Como sabéis, este fin de semana anduve por la Comunidad Valenciana presentando mi libro «La Locura Moderna» (con bastante éxito y agradables conversaciones). Terminé mi periplo en Alcoy, una ciudad alicantina a donde vengo yendo desde hace ya ocho años con asiduidad. El sábado quedamos con unos amigos en la pequeña localidad de Cocentaina, a donde no iba desde hace años. Nada más bajar del coche vi tres mujeres musulmanas, después dos hombres más y luego tres jóvenes: todos marroquíes. Me sorprendió muchísimo porque, como digo, hacía no más de tres o cuatro años había estado allí y la proporción de inmigrantes marroquíes ha aumentado una barbaridad.
Charlando con Jordi y Lourdes, nuestros anfitriones, me contaron que los inmigrantes sudamericanos en la zona se han ido marchando, entre otras cosas, por conflictos con los marroquíes que (y ahora viene lo mejor) se han asentado gracias a un negocio textil, a medias con la organización católica ¡Cáritas!, consistente en la reventa y recuperación de la ropa de segunda mano que se envía al Tercer Mundo. Me contaron que hay una auténtica factoría a las afueras del pueblo, donde trabajan decenas de marroquíes, con su propia y gran mezquita que, por cierto, saboteó el último desfile de Moros y Cristianos, colocando a todo volumen el rezo del almuecín. Allí, conversando con los dos amigos, me contaron historias tan sorprendentes como que hay españoles que se están yendo a Marruecos a ¡adoptar la ciudadanía marroquí! para luego recibir las mismas ayudas que ellos están recibiendo, así como, por supuesto, las ingentes ayudas que están recibiendo, lo cual está haciendo que, mientras ellos tienen cuatro o cinco hijos, nuestros jóvenes, subyugados por la ideología de género, no se reproduzcan. Actualmente, en este pueblo ya son el 20% de la población.
Observando en primera persona lo que se viene diciendo en las regiones de Murcia y Almería he tenido que reconocer que la invasión musulmana no es una «conspiranoia» sino algo muy real, con el agravante, comprobado, de que la propia religión católica está contribuyendo a ello.
En este estado de cosas que, evidentemente, va a acabar generando un hartazgo en la población que provoque un estallido social, me he encontrado con la siguiente entrevista a una educadora social alemana que tuvo que reconocer que estaba «haciendo el canelo«: los supuestos «refugiados» no buscan la integración sino el sometimiento de la población europea. Me permito recomendaros, especialmente, que reparéis en el concepto de «taqiyya», que permite a un musulmán mentir a un cristiano sin que sientan remordimientos ni culpa. Esta característica hace que el cristiano esté, evidentemente, en una situación de inferioridad, particularmente, los que trabajan en los servicios sociales.