Las informaciones que han aparecido en los últimos días alrededor de la detención del germen de un grupo terrorista amparado por los dirigentes independentistas catalanes están desmontando, para siempre, el relato pacifista de la «revolución de las sonrisas».
Dos de los terroristas capturados han confesado que el actual presidente, Torra, conocía sus preparaciones, que culminarían con la toma del Parlamento catalán durante cinco días para proclamar el estado catalán. Hoy varios medios de comunicación, como El Mundo o El Confidencial sostienen, en base a informaciones de la policía española, que no sólo fue el «servicio de inteligencia catalán» quien diseñó la operación, sino que la hermana del prófugo Puigdemont ejerció de enlace entre los terroristas y el cobarde de Waterloo, con lo que el huido se convierte en dirigente de un grupo terrorista, al igual que el actual máximo mandatario de la región.
Dado que los terroristas son anarquistas, esto nos sirve, de paso, para entender lo que sucedió durante la II República: fueron los independentistas catalanes quienes utilizaron a los anarquistas para causar el caos y así proclamar su ansiado estado independiente.
El ataque de bandera falsa que preparaban confirma, una vez más, que esta es la táctica utilizada para conseguir dar giros inesperados a los acontecimientos políticos: causar el caos para generar un orden nuevo.
