Política actual — 14 octubre, 2023 at 8:06 am

Los marines toman la base militar de la Guardia Nacional que les atacó la semana pasada, en la mayor batalla hasta el momento entre militares Sombreros Blancos y adeptos al Deep State

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El miércoles pasado se libró la mayor batalla hasta el momento entre los militares patriotas, conocidos como Sombreros Blancos, y los que aceptan a Joe Biden como presidente.
La batalla, transcurrida en la base militar de Campo San Luis Obispo, sede del regimiento 169 de la Guardia Nacional californiana, constituyó la represalia por el intento de conquista por parte de fuerzas del Deep State de la base patriota de Albany la semana anterior, que se saldó con 12 marines muertos y el doble de heridos, pero con la base asegurada en manos patriotas.
Según relata Real Raw News, en el interrogatorio a los soldados de la Guardia Nacional y agentes del FBI capturados tras esa batalla varios de ellos confesaron provenir de la mencionada base de San Luis Obispo, y seguir órdenes del coronel Boothe.
Inmediatamente, los servicios de inteligencia prepararon un informe para el General Smith donde se detallaban las características y la historia de esta base militar. En principio, tiene espacio para 1.500 oficiales y 15.000 soldados, aunque sólo ha albergado tal cantidad durante la II Guerra Mundial. Se extiende por 15.000 acres, muy cerca de la costa central del estado de California. Desde 1984 hasta 2021 sólo residían allí 3.400 personas, entre soldados, VIPs y personal civil contratado.
En las navidades del 2021 la base fue sorprendentemente evacuada, supuestamente por un supuesto brote de Covid, aunque no hay noticias de que se fumigara para limpiarlo. Lo que sí se conoce es que el día 3 de enero del 2022, la base se volvió a ocupar, pero estaba vez con oficiales y tropa afín al gobierno de Joe Biden, que habían jurado combatir a Donald Trump. Los soldados capturados confesaron que en esa base se estaba planeando atacar a votantes demócratas durante las elecciones del 2024, y echarle a culpa a Trump de los atentados, aunque negaron haber atacado la base de Albany para liberar a detenidos. También reconocieron que fueron entrenados por agentes del FBI y que el mismísimo jefe de la agencia de inteligencia, Christopher Wray, estuvo dos veces en la base en el último año. Según estas confesiones, y aunque los testimonios diferían entre sí, en la base había entre 1500 y 3000 personas (no especifica si todos eran soldados).
En la madrugada del pasado martes, 800 marines levantaron campamentos alrededor de la base, en la reserva natural de Iris Hills, con la posibilidad de requerir miles de refuerzos inmediatamente, preparados en diferentes bases y con rápido acceso al lugar mediante helicópteros. Sus órdenes eran de capturar vivo al coronel Boothe y al resto de oficiales y no ensañarse con los soldados, por no saber si eran conscientes de lo que habían hecho: «merecen una segunda oportunidad».
La crónica no especifica si los marines iban con uniforme de campaña, pero se entiende que no, para pasar desapercibidos, tampoco se especifica cómo pudieron rodear la base sin ser detectados.
Los marines se repartieron en cuatro compañías que rodearon la base, mientras que un equipo de francotiradores quedó encargado de capturar al coronel Boothe. El equipo de telecomunicaciones interrumpió la señal de la base, para que no pudieran pedir refuerzos, mientras que ellos se comunicaban por frecuencias públicas (se supone que de radioaficionado).
Los cuatro guardas que vigilaban las entradas fueron inmovilizados con dardos paralizantes, no letales, disparados por los francotiradores, pudiendo entrar sigilosamente, pero nada sucedió como había sido planeado: un soldado de la fuerza de choque de los que entró en los barracones, desobedeció las órdenes y se lió a tiros con los soldados que allí dormían mientras gritaba «¡Toma, toma, esto es por Eric!». (Más tarde se comprobó que el tal Eric era su hermano, también marine, que había muerto en las refriegas de Maui, a manos de soldados del Deep State).
Evidentemente, ese tiroteo despertó a los soldados de la base, enzarzándose en tiroteos, de los que salieron mal parados, sin víctimas para los marines, que ya estaban bien colocados.
Inmediatamente, 600 marines, a pie, y en tanquetas Hummers, tomaban la base al asalto, armados de fusiles automáticos y lanzagranadas Mark 19.
Según la fuente que informa a Real Raw News, la batalla se realizó al estilo de la «guerra urbana»; es decir, barracón por barracón, las alarmas sonando hasta que los marines consiguieron inutilizar el sistema eléctrico, de manera que el espacio quedó a oscuras, salvo las luces que utilizaban los marines.
Mientras los marines y los soldados de la Guardia Nacional seguían enzarzados en tiroteos, el equipo de francotiradores entró en la vivienda del Coronel Boothe, a quien se encontraron durmiendo con un joven oficial*, que se levantó para coger su arma, y fue tiroteado antes de que pudiera hacer uso de ella.
El marine más veterano colocó una pistola en la cabeza del Coronel Boothe y le ordenó que dijera a sus soldados que se rindieran; de lo contrario sería ejecutado allí mismo. Boothe accedió a hacerlo «pero sólo para salvar vidas, no por cobardía».
Los marines restauraron el sistema eléctrico, y le dieron al Coronel Boothe el micrófono para que ordenara a su tropa que se rindiera, pero, en lugar de esto, accedió a decir: «¡luchad, seguid luchando hasta el final!». Dos balas en la cabeza le dejaron sin vida inmediatamente.
Entonces, el comandante de los marines, con el cargo de mayor, fue escoltado entre el tiroteo hasta donde se encontraba el micrófono y ordenó a los soldados de la Guardia Nacional que se rindieran, avisándoles que había 5.000 marines más preparados para acudir al lugar y prometiendo ser magnánimo: «pensad en vuestras familias», les dijo.
Poco a poco el tiroteo amainó hasta que, finalmente, cesó. Los marines fortificaron el perímetro de la base (aunque el alto mando considera que no es una base de especial importancia) y el General Smith envió un mensaje al secretario de defensa, Austin, en el que le informaba de que la base había sido tomada por sus soldados y que «cualquier intento de volverla a capturar sería considerado como un acto de guerra, con sus terribles consecuencias».
De momento, se desconoce qué pasará con los soldados capturados.
El marine que desobedeció las órdenes, y propició el comienzo del tiroteo, murió en el combate.