General, Política actual — 2 octubre, 2007 at 9:28 am

La verdad sobre el lío de Birmania

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Enviado por «Lighting» a este mismo blog, de Daniel Estulín.

La lucha por los cambios políticos en Birmania, liderada por los monjes, han acaparado las portadas de todos los medios de comunicación del mundo. En su discurso ante la asamblea de las Naciones Unidas, Bush haya denunciado Birmania como un “régimen brutal” (conjuntamente con Belarús, Cuba, Irán, Siria, Corea del Norte y Zimbabwe).

Los medios de comunicación occidentales, en compás con el gobierno estadounidense han creado la impresión de que las manifestaciones en Birmania son en “pro de la democracia” y en contra de la tiranía política. Eso, sin embargo, es desinformación institucional. De hecho, el tema candente esta relacionada con los precios del “pan y mantequilla.” New York Times, en su edición del 24 de septiembre explica en el último párrafo que las protestas empezaron “día 19 de agosto como la respuesta a un brusco y repentino incremento de precios de gasolina en 500% que, acto seguido, aumentó los precios de los bienes y del transporte.”

Las protestas están lideradas por los estudiantes y por los monjes. Los monjes, a su vez, han denunciado el gobierno por “empobrecer y pauperizar” al pueblo. El lenguaje de las denuncias de los manifestantes no tiene ni una sola referencia a la libertad y la democracia, términos tanto favorecidos y promovidos por los medios corporativos estadounidenses.

El “problema” principal de Washington con el gobierno de Birmania no esta ni mucho menos relacionada con “el régimen brutal” o “eje de mal.” Los aliados estadounidenses como Arabia Saudita, Egipto, Etiopía y Irak de Saddam Hussein de los años 80 son/fueron regimenes sangrientos, plenamente apoyados por el gobierno americano y obsequiados con la protección diplomática necesaria. Una de los problemas con Birmania esta relacionada con que sus mercados, tierras y recursos naturales no están completamente abiertos a la explotación de los intereses corporativos y financieros occidentales.

No hay duda de que el actual líder del país, el General Than Shwe, un medio analfabeto y un dictador despreciable, debería de ser juzgado por crimines contra la humanidad por algún legitimo y competente Tribunal Internacional de Justicia. Sin embargo, detrás de la agenda americana del “régimen brutal” existe un lado mucho más oscuro y poco conocido que se deletrea – NEGOCIO DE LA DROGA.

Erradicar la droga es malo para el mundo financiero

Según la Oficina de Drogas y Crimen de las Naciones Unidas, el Triangulo Dorado (Birmania, Laos y Tailandia) ha perdido su prominencia como la principal fuente de opio a nivel mundial y, en actualidad cuenta con menos de 5% del suministro del opio, un decremento significativo del pico de 70% hace tres décadas.

Por el contrario, la Media Luna Dorada y Afganistán, en actualidad bajo control de las fuerzas de OTAN y de sus aliados, con diferencia, son los líderes absolutos en el suministro y producción del opio, muy por encima de Colombia y el Triangulo Dorado. Afganistán es la fuente del 92% de opio mundial, según los datos de las Naciones Unidos. El valor de la exportación total de la cosecha de opio afgani, según la ONU se calcula en 3 mil millones de dólares, la mitad del PIB del país. Lo que es más, 12% de la población del país de 23 millones se dedica exclusivamente al cultivo de opio. La mayor parte de la droga tiene como su destino final a Gran Bretaña, Italia y España, según el ante citado informe de la ONU.

Con las “fuerzas de la paz” de la OTAN controlando el país y el suministro afgani de opio por los nubes, ¿de verdad seguimos creyendo el cuento lechero de que la lucha contra la droga esta en marcha? Si la OTAN quería parar los pies a los señores de la guerra lo podría haberlo hecho en cuestión de horas.

De hecho, lejos de criticar al gobierno de Birmania, la ONU le avala plenamente por liderar la lucha contra la droga y de su erradicación en la zona de Shan, el epicentro del cultivo de opio del país.

¿Qué se oculta entre las tinieblas?

La erradicación de la droga de Triangulo Dorado esta vinculada con el desarrollo geoestratégico que va en contra de los intereses de los principales bancos occidentales, sus gobiernos y las corporaciones transnacionales cuyas sistemas financieras y políticas dependen del flujo billonario que proporciona el nefario negocio de las drogas.

Los funcionarios antidrogas sostienen que la única manera de acabar con la droga es acabar con los cultivos de amapola. Eso, sin embargo, iría francamente en contra de los grandes intereses de los gobiernos occidentales y de todas las instituciones financieras del mundo.

El dinero proveniente del tráfico de drogas es parte constitutiva de la economía occidental. Anualmente, la ganancia generada por el comercio de estupefacientes se sitúa alrededor de los setecientos mil millones de dólares libres de impuestos, según la propia agencia gubernamental estadounidense encargada de hacer el seguimiento de los flujos de dinero a nivel global. Setecientos mil millones de dólares es demasiado dinero para esconderlo en un calcetín. Hace falta mucha experiencia y pericia para mover esa cantidad de fondos a hurtadillas. La ignorancia, especialmente cuando las transacciones son ingentes, no es una postura viable. Sin embargo, en unos cincuenta años de lavado de dinero de la droga, han sido pocas las personas que se han puesto al corriente de tan desagradable realidad. ¿Por qué?

De hecho, el dinero proveniente del tráfico de drogas es ahora parte esencial del sistema bancario y financiero mundial porque proporciona el efectivo necesario para hacer los “pagos mínimos mensuales” del mercado especulativo en Estados Unidos y Gran Bretaña.

El efecto multiplicador (x6) del lavado de setecientos mil millones de dólares daría como resultado la suma anual de cuatrocientos veinte billones de dólares anuales en transacciones en dólares como resultado del comercio de estupefacientes.

El valor de las acciones de las empresas que cotizan en Wall Street depende de las ganancias anuales netas. Las acciones son fracciones de propiedad en las compañías y representan la equidad. El efecto multiplicador en las acciones de la bolsa a veces puede alcanzar un factor de treinta, porque los analistas financieros han creído durante largo tiempo que una ratio saludable entre precio y ganancia para cualquier tipo de acciones debe ser quince o como máximo treinta a uno. De modo que, si se toma esta cifra como una relación estrictamente matemática, si se añade un solo dólar a las ganancias anuales de la compañía, eso dará como resultado un valor agregado para el mercado bursátil de treinta dólares.

¿Qué significa esto en el mundo real? Para la Gran Banca, tener una ganancia neta adicional de diez millones de dólares gracias al comercio de estupefacientes significa que la ganancia bursátil podría ascender a trescientos millones de dólares. Sin embargo, antes de que puedan inyectar este dinero en la cuenta de resultados anuales, hay que hacer algo con el efectivo malhabido.

Las ganancias provenientes del lucrativo comercio de estupefacientes son ilícitas, cosa que suelen olvidar quienes tratan de comprender cómo funciona el infame negocio de las drogas. Y antes de que ese dinero se pueda usar de manera lícita, hay que ocultarlo y después lavarlo. El dinero se mueve con tal rapidez que, a menos que uno tenga el control de los sistemas informáticos que lo manejan, o de los programas que usan esos sistemas informáticos, resulta imposible rastrearlo. Esto debería bastar para explicaros por qué el negocio de los estupefacientes es un GRAN negocio, dirigido, controlado y protegido por personas muy poderosas que trabajan junto con las instituciones financieras y la banca a ambos lados del Atlántico; funcionarios de varios gobiernos y de importantes corporaciones cuyas acciones se compran y se venden en los mercados bursátiles más importantes del mundo.

Además, las corporaciones pueden ganar una cantidad extraordinaria de dinero al pedir dinero ilegal prestado a los particulares y a las naciones traficantes de droga como Colombia a un interés muy bajo y convertirlo [lavarlo] para obtener beneficios astronómicos. Cuando se hace un préstamo de cien mil millones de dólares a un interés del cinco por ciento a una corporación enorme, el dinero se vuelve efectivo y lícito.

El comercio de estupefacientes ha cobrado poder porque está sustentando las inversiones de las mayores corporaciones mundiales. Wall Street no puede permitirse dejar caer a los magnates de la droga. El Congreso no puede permitirse dejar caer a los magnates de la droga. Los presidentes y sus finanzas de campaña no pueden permitirse dejar caer a los magnates de la droga. ¿Por qué? Porque la economía mundial, controlada por el uno por ciento, no puede permitirse el riesgo de que la competencia (de negocios o política) se atreva a usar el dinero de las drogas. Y por cada millón de dólares de ventas o ganancias incrementadas en una venta de acciones, la equidad bursátil del uno por ciento que controla Wall Street aumenta de veinte a treinta veces.

Los políticos se encuentran directamente involucrados y su capacidad de intervención depende del apoyo con el que cuentan y la financiación que los mantenga en el poder. Esta complicidad de intereses es una parte esencial de la economía mundial, el combustible que mantiene girando las ruedas del capitalismo.

Aquellos que se han unido a las críticas contra el gobierno totalitario de Birmania, deberían de entender que sus iniciativas están avanzando la agenda oculta del “Hombre detrás de la Cortina” que maneja los hilos del poder.