General, Opinión y Noticias Externas — 31 enero, 2013 at 2:27 pm

Psicoanálisis a Woody Allen: psicoterapia al pueblo judío/+Película Manhattan en castellano

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Vaya por delante que fui un experto en Woody Allen hasta el año 2000. No sólo me vi todas sus películas hasta esa fecha sino que en mis años en la Universidad me leí sus escritos, sus guiones: TODO.
Aunque no me guste esa palabra, si me puedo haber considerado «fan» de alguien en mi adolescencia, esas personas llevan los nombres de Woody Allen, Groucho Marx y Bruce Springstein («teen»); los tres, judíos.
Digo que dejé de ver sus películas porque, cuando desperté, le vi el plumero. Woody Allen apareció ante mí con todas sus miserias, desnudo, y me pareció patético, me daba vergüenza ajena porque yo le entendía mejor que nadie: ¡Había tratado de ser como él!
Así pues, ha llegado el momento de «matar al padre», que diría Freud, y hacerle un psicoanálisis a Woody Allen, o lo que es lo mismo, al pueblo judío.
Porque Woody Allen es la quintaesencia del pueblo judío: con toda su genialidad… y todas sus miserias. Como veréis a continuación, sus películas son la exposición AL NATURAL de lo que anida en el interior del pueblo judío, su profunda neurosis.
-Lección número 1: Woody Allen=Groucho Marx+Sigmund Freud (y unas gotas existencialistas de Nietzche y sobre todo Bergman, a partir de los años ochenta). Bueno, eso, y la Toráh, por supuesto.
La genialidad de Woody Allen consistió en aunar la verborrea del timador judío mentiroso verborreico y ultrasimpático de Groucho Marx con la obsesión por el orgasmo de Papá Freud. Si a eso le añadimos el componente del feo que conquista chicas, tenemos al personaje Woody Allen, que fue el superhéroe que Allen Konisberg (su verdadero nombre) se construyó. Eso fue lo que nos atrajo de Woody Allen a muchos que nos sentíamos feos en la adolescencia: ¡Los feos también podemos ligar!
¿Y cómo liga Woody Allen?
Básicamente, dando pena y conquistándolas a partir de la comprensión de sus traumas. Ese es el truco: ¡el gran truco judío de toda la vida: dar pena, os dais cuenta! Woody Allen aprovechó la masculinización de la mujer propia del comienzo del feminismo y, hábilmente, adoptó el rol del hombre femenino, con el que la nueva mujer (con los roles cambiados) se puede sentir protectora. ¡Grandísimo timador hijo de Groucho! Woody (véase el nombre cariñoso) es el osito al que abrazar mientras ella se pone la corbata y la chaqueta: ¿o es que creéis que la estética de Diane Keaton en Annie Hall es por casualidad? (Por cierto, ¡se parece bastante a cómo visten los rabinos!! ¿Está buscando la protección inconsciente del rabino en su musa de aquella época?).

¿Es eso todo?
No, por supuesto, Woody ofrece risas, conversación intelectual y, cómo no, comprender la neurosis de la mujer, su histeria, dado que él, desde su feminidad, comparte sus pánicos irracionales…. y su cambiante mundo interior. El genio judío fue el primero que reflejó el diálogo interior en el mundo del cine, llevándolo a otro estadio más avanzado: esa ha sido su gran aportación, el diálogo dentro de la conciencia. ¡Woody Allen fue un niño índigo! (Mal conducido). Toda persona que alcanzó un grado superior de conciencia se interesó por Woody Allen (habría que ver cuantos cineastas de conciencia no pudieron hacer sus películas por no tener la cualidad de Woody: ser judío).

Woody Allen es un histérico, siempre preocupado por su salud y sus traumas personales dentro de una personalidad narcisista (como se dice a sí mismo en varias películas); Allen es un producto perfecto de la paranoia de nuestro tiempo. He ahí su triunfo: esa es la razón por la que todos nos identificamos con él.
Woody Allen liga a través de su psicoanalista; no sólo él sino sus personajes hablan de lo que dicen sus respectivos psicoanalistas e, incluso, parece que son los propios psicoanalistas los que actúan a través de los personajes y discuten entre sí sobre las respectivas interpretaciones de la vida de sus pacientes y de cómo les afectan las reacciones de los pacientes de los otros psicoanalistas. ¡Jesús: vaya lío judío! (Ay, perdón: por lo de «jesús»).
-¿Cómo has dicho, Rafapal?
Tanto en Sueños de un seductor, como en Manhattan, Annie Hall, Desmontando a Harry, Coge el dinero y corre, Hannah y sus hermanas, Delitos y faltas y sobre todo, Zelig (en la que toda la acción gira en torno a una psicoterapia) los personajes -judíos la mayoría- van al psicoanalista y, generalmente, están enganchados a las pastillas (cuando no, a la cocaína, como la hermana solterona de Hannah y sus hermanas, Holly).
¿Qué tiene que ver esto con el pueblo judío?
El psicoanálisis es un invento del pueblo judío (Freud lo era) mediante el cual sustituyeron al rabino como su confesor, de la misma manera que el psicólogo o psiquiatra lo hizo con el cura en el mundo católico; el psicoanalista es el rabino de los judíos ateos, así de claro, si queréis saber quién maneja a Netanyahu, investigad su rabino… o su psicoanalista. Las drogas (legales o ilegales) son, por tanto, una sublimación de esa falta de consuelo divino en el ser humano moderno (judío o no judío).
La obra de Woody Allen se puede considerar una versión cinematográfica de la de Freud porque Woody Allen busca en el orgasmo la huida a su miedo a la muerte, que tiene que ver con:

-Por un lado, su falta de Dios (oficialmente es ateo).

-Por otro, el miedo a Jehová, el dios vengativo de su religión que le tiene obsesionado.

Woody Allen comprende a Freud (y se identifica con él) porque ambos son producto del mismo dios tiránico y traumatizante: Jehová.
La figura del rabino  tiene tintes ambivalentes en la obra de Allen puesto que es el buen confesor de «Delitos y faltas»; un pesetero en «Zelig» cuando le pregunta a un rabino por el sentido de la vida y le ¡pide 600 dólares por enseñarle hebreo!; el miedo al pecado en Días de Radio cuando su tío se hace ateo-comunista y le da un ataque al corazón («Dios te ha castigado»); y sobre todo, su cuñado rabino y su hermana en «Desmontando a Harry» que le echan en cara ser «un judío que se odia a sí mismo» porque sólo se preocupa del orgasmo y no practica la religión. El chantaje metajudío sobre los no religiosos que se resuelve… ¿cómo?
-¡A mí me preocupa lo de los seis millones y creo que incluso se podría superar!», se defiende Allen ante su familia, exponiendo que EL ES UN BUEN JUDÍO antes de que se escuche la frase «paranoia judía». (Ojo, es una película de un judío, lo que indica que todo judío sabe, en el fondo, que es víctima de una paranoia).
Los nazis, el holocausto, la Segunda Guerra Mundial. No hay ni una sola película de Woody Allen donde no aparezca este tema (ambientada tras los 40’s claro).
Woody Allen nació en 1935 y vivió por tanto, siendo niño, la Gran Guerra, siendo adoctrinado con el cuento de los 6 millones de judíos asesinados por los nazis (Según la Cruz Roja, fueron 320.000). Es decir, Allen es la primera generación de judíos traumatizados por esa película rodada por Alfred Hitchcock (¡Cómo no te habrás dado cuenta, Woody, con lo listo que eres!). En Días de Radio aparece de niño realizando una colecta para la fundación del estado de Israel; Delitos y Faltas comienza con una colecta para un hospital judío; en Hannah y sus Hermanas tiene una crisis existencial en la que se pregunta «por qué Dios permitió lo de los nazis» que le hace pensar en hacerse cristiano (aunque acaba blasfemando sobre Jesús y mofándose de él, cosa que hace a menudo). En Manhattan le dice a la niña Hemingway (con la que tiene un «rollo»): “No he tenido una relación que durara más que la de Hitler con Eva Braun».
Woody Allen está obsesionado, COMO TODOS LOS JUDÍOS, con el holocausto y ahí radica el meollo de su comportamiento. Por una parte, su «dios» es su soporte emocional (aunque se diga ateo, cuando se siente mal, busca al rabino) pero al mismo tiempo, les falló con el holocausto, lo que hace que desconfíe de su protección, decida ir por su lado y follarse lo que salga: el placer a cualquier precio.
Woody Allen se folla a las mujeres de sus mejores amigos (Sueños de un seductor), y las mujeres de sus películas a los maridos de sus propias hermanas. Se folla a jovencitas, muy jovencitas, cosa que, sabiendo lo que le ocurrió con los hijos de Mia Farrow (BORRADO DE INTERNET POR COMPLETO), hace que nos preguntemos si la que fue su compañera y madre adoptiva de su actual novia, decía la verdad cuando le acusó de abusar sexualmente de sus hijos. En las pelis de Woody Allen (comenzando por «Todo lo que quiso saber sobre el sexo…) se promociona la pederastia, la zoofilia, el exhibicionismo, el sadomasoquismo… ¡Lo que sea con tal de llevar la contraria a Dios! (una lesbiana le quita a su mujer en Manhattan y él intenta atropellarla, por cierto). ¡Volved a ver «Todo lo que quiso saber sobre el sexo…»: ¡Es una oda a Alfred Kinsey!
Pero volvamos al tema del orgasmo. ¿Por qué esa obsesión del pueblo judío por el orgasmo  que nos ha contagiado al resto de la humanidad a través de sus películas?
Muy sencillo, el orgasmo calma la histeria y eso fue la base de los experimentos de Freud y sus sucesores (Conexión Freud-feminismo, desarrollado en el libro Ingeniería Social para destruir el Amor). Así pues, una persona obsesionada con el orgasmo, es una persona histérica. Luego nuestra civilización es histérica.
¿Por qué los judíos?
Muy sencillo. el dios de los judíos no les ama sino que LES CHANTAJEA. Le dice a Abraham: sacrifica a tu hijo y te lo daré todo, no importa lo que hagas (aunque inventes las acciones derivadas y el juego de la bolsa). No es un dios del amor, para eso llegó Cristo, pero Cristo da una responsabilidad a cada uno sobre lo que haces…
¡Ajajá!
Y hubo un número de personas cuando Cristo llegó (y después) que prefirieron mirar a otro lado y aprovecharse de los demás (como Groucho, Woody, los psicoanalistas y los gurus new age) sacándoles la pasta. Los que no quisieron responsabilizarse de sus actos decidieron seguir siendo judíos y el resto, aceptamos a Cristo (nuestros genes, vaya). Desde entonces, obviamente, los judíos están obsesionados con Cristo y todo lo que venga de él, incluida la iglesia católica, porque saben que mandaron matar a su propio Mesías. Y ese peso sobre su conciencia no les deja vivir tranquilos, de ahí su obsesión por el orgasmo y de ahí que Woody Allen comente la escena de Abraham a menudo en sus películas y se mofe de Jesucristo… como quien no quiere la cosa.
Para eso, también, se inventó el psicoanálisis, la terapia perfecta judía, vaya,: ¡no tiene fin! (el propio Allen dixit, y de eso sabe un rato).
PD: Estas líneas son parte de un ensayo mayor en el que estoy trabajando.
PD 2: Si tuviera que recomendaros algunas películas para entender a Woody Allen/el pueblo judío, os diría: Delitos y Faltas, Annie Hall, Sueños de un seductor y Desmontando a Harry y Zelig, sobre todo. ¡Ojo, no es que sean sus mejores películas: son las que le muestran tal como es porque en la mayor parte de ellas acaba admitiendo que sólo está contando su vida a través de sus personajes!
PD 3: Casualidades de la vida, me he encontado la película Manhattan, en español, en youtube. Poned en práctica lo que os he contado.