El pasado fin de semana, apesadumbrado por los ataques de Israel sobre Siria y las noticias que hablaban que Obama iba a enviar tropas y armamento a la zona, el pesimismo y la desazón planearon sobre mi espíritu, ya maltrecho por la dura situación económica en la que se encuentra mi propio país.
Interiormente, los pensamientos negativos, el odio hacia los conformistas que no se rebelan y la futilidad de todo el trabajo que he realizado que no ve sus frutos, fueron ganando mi mente hasta dejarme esos días en un estado de nervios y con ganas de llorar. Gracias a que el sábado fui a pasear a la montaña con unos amigos y el domingo la reunión familiar de día de la madre, la cosa no fue a mayores, y, dentro de la desazón, por momentos lograba sobreponerme y anteponer mi conciencia de que el miedo al futuro era la manera en que mi percepción estaba percibiendo la realidad en ese momento. El cabreo, sobre todo con Dios (y con los extraterrestres), sin embargo, era más poderoso y me iba a la cama con miedo, miedo al futuro. ¿Por qué, Dios, por qué no vemos los cambios ya? ¿No es hora ya de que la Humanidad reciba una ayuda y nos libere de esta locura?
El lunes me levanté igualmente triste y cabreado y, tras desayunar, di comienzo a mi sesión matutina de meditación, previa a las asanas de yoga que practico desde hace 17 años.
Tras tantos años de práctica, me resulta relativamente fácil, incluso en los momentos más pesimistas, detener la mente y colocarla en el «modo observador», es decir, que mi conciencia observe lo que pasa a través de mi mente sin implicarse en ella.
Fue sentarme, colocarme en la postura de meditación y aparecer en mi mente lo siguiente: «lo que estamos haciendo es sitiar a las fuerzas del lado oscuro. Al igual que las fortalezas en la Antigüedad se podían tomar al asalto (es decir, con violencia) o rodeándolas y cortando las vías de suministro de víveres y agua, actualmente estamos cortando las vías de salida de su mentira: la Verdad cada vez tarda menos en aparecer y prácticamente no deja ni progresar a sus mentiras, como por ejemplo ha sucedido con los bombazos de la maratón de Boston. Dado que no podemos utilizar la violencia, el estado de sitio es nuestra única estrategia posible, pero cada vez funciona mejor.
El lapso de tiempo desde que cuentan su mentira hasta que aparece la verdad se ha acortado tanto que ya, incluso al propio Bush Jr se le escapa la Verdad cuando habla. Sus mentiras se acabarán muriendo… de inanición. Antes de que empiecen a hablar ya se sabrá que están mintiendo. Dado que no podemos usar la violencia, es la única manera de vencerlos».
Leído así, seguro que os parece un comentario más de Rafapal pero lo realmente curioso del caso es que, como os digo, un segundo antes de que apareciera este discurso en mi mente, yo estaba sumamente cabreado con el mundo, por lo que, acto seguido, me pregunté (siempre dentro de mi cerebro) quién era quien estaba hablando: «si Yo estaba cabreado y la voz que sonaba en mi cerebro era ecuánime, ¿a quien correspondía?»
Los new age dirían que estaba «canalizando» alguna entidad o que el «rafapal cabreado» no era más que su «ego» hablando, pero lo cierto es que mi tristeza era real durante esos días y era yo, también, y no otra persona, quien lo sentía. (La palabra «ego» significa «yo», ni más ni menos). Penetrar en ese diálogo interior es algo muy peliguado pero mi conclusión es que es mi Yo del futuro (o mi «Yo superior») el que se comunica conmigo cuando me coloco en esa situación de «vacío», en la que se produciría un vórtice del espacio-tiempo. El «Yo superior» tiene la capacidad de comunicarse desde el quinto elemento, el éter, que por cierto, es el «mar» por donde fluyen las telecomunicaciones.
Lo que está claro es que es difícil explicar esta situación desde la teoría del yo de la mente y la conciencia única dentro de una persona; si mi cuerpo lo mueve una sola conciencia, ¿cómo es posible que se establezca ese debate dentro de mi mente? Sin duda, lo que la psiquiatría llama «esquizofrenia» se produce cuando un «yo negativo» toma el control de la nave y expulsa al ser ecuánime del mando de las operaciones, del Avatar, para entendernos.
Horas después, meditando sobre este mismo hecho, me llegó que la mente, si consigues dejarla quieta, tiene un mecanismo de autorregulación que te equilibra hacia la Verdad cuando estás pulsando demasiado en el lado autodestructivo y pesimista. Para hacerlo más gráfico, sería como si agarraras de una rama de un árbol hacia abajo, y luego la soltaras de golpe: volvería a su posición de equilibrio tras unos segundos de fluctuaciones.
Las llamadas «emociones negativas», como la rabia, la tristeza, la ira, etc producen un flujo nervioso en forma de pensamientos, que pueden estar relacionados con la realidad aunque te pueden llevar a la apatía y al pesimismo. Si, en medio de ese estado, consigues colocarte en el estado del vacío, el propio mecanismo autorregulador de la mente te «enseñará» otra cara de la realidad, con lo que tu percepción cambia y tu estado mental, también.
Las más profundas revelaciones de este que os habla han sucedido cuando he salido de ese estado negativo, tras vivencias o pensamientos estresantes: ¡al tirar para un lado, el otro lado ha sido más rico! Sin duda, las personas más valiosas que he conocido en mi vida han sido las que han sido capaces de atravesar dificultades que a otros han enviado… al psiquiátrico, o a la tumba.
El error de la New Age consiste en negar esos pensamientos «negativos», reprimiéndolos, en la creencia de que así no van a sufrir. Lo que ocurre, en realidad, es que se pierden las vivencias y las revelaciones que ello implica.
Horas después de todo esto que os cuento, Fulford ofreció otra visión de la realidad sore lo que estaba sucediendo en Siria. Más tarde, Obama decía a los alumnos de la Universidad de Ohio que «no había que creer a los que desconfían del gobierno» y, el miércoles, TV3 habló del dinero-deuda.
Todo había cambiado. Ahora volvía a confiar en la victoria.