Arte — 14 septiembre, 2014 at 10:49 am

Homenaje a Louis Armstrong: icono del siglo XX

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Como decía ayer, ahora que el pueblo de los Estados Unidos están a punto de liberarse de la tiranía que fue impuesta a su pueblo (y con la que tiranizaron al resto del Planeta), llega el momento de reconciliarnos con su pueblo, y rendir un homenaje a su cultura, la mal llamada «cultura americana», término que utilizaré porque resulta más reconocible.
Con este homenaje a Louis Armstrong comienzo una serie por mis artistas norteamericanos favoritos.
Y lo comienzo con Armstrong porque su música es el origen de muchos otros estilos que irán pasando por esta web.
Antes de ver el extraordinario reportaje que os incluyo, no tenía muy claro el origen del jazz, aunque sí vislumbraba que la ciudad de Nueva Orleans (y su carnaval) están en el origen de ese nuevo sonido de principios del siglo XX que un chico de la calle llamado Louis Armstrong refinó y pulió, llevándolo a los escenarios de todo el país.
Tenemos pues una gran cantidad de similitudes con el origen de la salsa en el Caribe y la samba brasileña.
-Los tres sonidos (jazz, salsa y samba) nacen de la comunidad negra, en ciudades donde se mezclan con la música europea de los blancos: Nueva Orleans (raíces francesas e inglesas), Río de Janeiro y Salvador de Bahía (portugal-fado) y (según lo que me han ido contando en diferentes viajes), San Juan de Puerto Rico, Panamá, Cartagena-Calí y Nueva York, en el caso de la salsa (tradición española y, en el caso de Nueva York, la fusión con el jazz de los otros negros por parte de los cubanos exiliados).
-Los tres sonidos emergen en ciudades con potentes carnavales; y esto es importante porque viene a significar que proceden de la transgresión generada por esta fiesta.
-Los tres sonidos se emparentan con las tradiciones religiosas africanas (candomblé, santería, vudú).
Hay pues una expresión popular que recogen una serie de seres, dotados para la música, para darle forma: Tito Puente y Celia Cruz en el caso de la salsa y Louis Armstrong en el caso del jazz, que más tarde sería adoptado por directores judíos como Gershwin, Glenn Miller o Ben Goodman con las famosas «Big bands» y más tarde, la epopeya judía que daría comienzo ¡al cine sonoro» conocida como «El cantor de jazz».
Sorprende nuevamente el componente judío en el emerger del jazz, puesto que Louis Armstrong fue apoyado desde sus inicios por una familia judía y su mánager, nuevamente, fue otro judío.
Lo que estáis a punto de ver es un auténtico documento histórico, plagado de documentos gráficos de enorme valor, como ver a Armstrong junto a Billie Holliday o Dizzy Gillespie, en el que genios como Wynton Marsalis o Tony Bennett pronuncian bellísimas y sentidas palabras sobre el genio, al tiempo que nos ilustran su contribución a la historia de la música de este ser que fue capaz de destacar tanto como trompetista ¡como cantante!
He de confesar que me puse a investigar sobre Louis Armstrong porque siempre me sorprendió su loca risa y esos ojos que se le salían de las órbitas; ahora puedo confirmar que sí, Armstrong era un fumeta, un porrero, un fumador de ganja, de ahí le venía una parte de esa vena transgresora, que le permitió cambiar el rumbo de la música y abrió caminos para los que le seguirían en el camino de la música.
Lo dicho: el documental es un auténtico documento histórico, con grabaciones muy tempranas y, por tanto, dificilísimas de encontrar.
El único «pero» que le puedo poner es el poquísimo tiempo que le dedican a su mayor éxito: «What a wonderful world» aunque es curioso que dejan caer que fue una creación (judía) para calmar «el clima racial y político» de esos años 60 (la canción se publicó en 1967).
De cualquier modo, este documental es una auténtica joya.