El «documental de ficción» es un -supuesto- género de ficción con las hechuras de un reportaje periodístico. Digo «supuesto» porque, en realidad, y después de recordar que el «documental de ficción» «Alternativa 3» anticipó hace más de 30 años la vida en Marte y cómo el español Jordi Évole utilizó esa fórmula para lanzar la teoría de que el Rey Juan Carlos estuvo implicado en el autogolpe de estado del 23-F hay que modificar la definición de este género. El documental de ficción es una forma de contar hechos verídicos para superar la censura o… para reírte del público (en su cara).
El documental sobre los Sex Pistols que su mánager, Malcom McLaren, hizo en los últimos años de la corta vida de la banda ha sido considerado históricamente como una «broma» sobre cómo él mismo creó el fenómeno del punk.
El asunto es que prácticamente el 90% de las cosas que se cuentan en este documental son verdad, y el otro 10% restante, a la luz de lo que hoy sabemos (pedofilia en el rock inglés, denunciada por el cantante de esta banda, Johnny Rotten) está en vías de demostrarse.
Malcom McLaren fue un ingeniero social que en este documental cuenta cómo generó el caos asociado al punk, un fenómeno musical creado por The Ramones en Nueva York en el año 1975 y que el copió y trasladó a Londres después de seleccionar a cuatro inadaptados y enseñarle los conceptos que él quería transmitir (o, más exactamente, que a él he habían dicho que transmitiera).
Sé que algún punk se escandalizará con esto pero ha llegado el momento de decirlo: los Sex Pistols fueron un fenómeno tan artificial como los Backstreet Boys, Take That, Menudo… o Miley Cyrus. Todas sus provocaciones estaban calculadas y dirigidas al milímetro: no eran espontáneas.
Ah, por cierto: Malcom McLaren es nieto de una judía de la alta sociedad e hijastro de un rico industrial del sector industria.
PD: Los Ramones eran auténticos; los Sex Pistols, no.
