El creciente número de políticos a los que se les escapa sin querer la Verdad (véase la dirigente del PP Dolores Cospedal) ha hecho que dé un paso más allá en la teoría sobre la Verdad que expongo en el libro «Principios para el Nuevo Mundo».
Mi tesis actual es que el reino de la Mentira procede de la desmembración de la sociedad, de la alienación del ser humano, abocándole a la soledad por culpa del dinero-deuda. Es en el trauma de la soledad en el que el ser humano construye su álter ego (conocido erróneamente en el ambiente psicoanalítico y new age como «Ego»), es decir, su otro Yo, su Yo falso, y es ese Yo traumatizado el que miente, desde la creencia de que el mundo es mentira porque él sabe que él mismo es una mentira. Por eso tanta gente piensa que su «Ego» (su Yo) es malo: porque saben que están actuando, fingiendo. Por eso se odian a sí mismos, a su Yo, a su Ego, y no a su «Álter Ego».
La Mentira surge de la separación entre los átomos (seres humanos) que componen la molécula de un grupo humano «x», llámese tribu, pueblo, aldea, nación, etc. Una entidad unida no se puede mentir a sí misma porque es consciente de que es Una y, por tanto, sabría que la mentira le daña a él mismo.
En la medida en que la Verdad aparece y se produce la Unión, la Mentira no puede más que fenecer; no tiene «caldo de cultivo» para vivir, oxígeno. El «oxígeno» para la mentira es la separación entre los seres humanos que genera la ausencia de valores, sin los valores, cunde la desunión, la depredación de todos contra todos: mujeres contra hombres, blancos contra negros, musulmanes contra cristianos y un largo etcétera de «dualidades new age«. Para eso se crearon los partidos políticos y la falacia de la derecha/izquierda: para sustituir la dicotomía de la vida, el Bien y el Mal, la Verdad y la Mentira.
¿Conclusión?
La asfixia para el Mal es la Unidad, una Unidad que no se puede establecer con valores relativos, como las religiones o partidos políticos, sino a través de los valores eternos: la Verdad, la Justicia, el Bien común. Es en ellos donde el Mal colapsa, donde la Verdad aflora aunque el mentiroso no lo quiera.
Cuanto más presionemos en este sentido, más políticos dirán la verdad aunque no quieran, como Cospedal; «se les habrá acabado el oxígeno para su mentira».