Llegaron tan deprisa que casi ni nos ha dado tiempo a entender las normas de comportamiento en estos nuevos medios de comunicación que son las redes sociales.
Aunque tampoco habría que «comerse mucho la cabeza:» el respeto al libre albedrío ajeno (no presionar) y no manipular son dos normas que deberían bastar para que se aplicaran unas normas de educación en las redes sociales que, a fin de cuentas, son una traslación del mundo real, el físico.
¿Verdad que tú no te pones a hablar con un desconocido sin comprobar antes que no está haciendo algo que le impide comunicarse? (Puedes estar haciendo tantas cosas mientras tienes algún programa o red social abierta…, entre ellas, hablar mediante varios medios electrónicos).
¿Por qué entonces la gente te «agarra» en el Facebook y se te pone a chatear sin preguntarte antes si quieres y puedes hablar?
¿Por qué esa intromisión en la vida ajena que, incluso, puede hacer que el entrometido se haga pasar por la víctima si no le contestas?
Lo mismo para el Whasapp, obviamente, y para skype: que alguien esté conectado no significa que esté disponible para hablar porque puede estar haciendo otras mil cosas, incluso, que su estado de ánimo puede que no le capacite para hablar o que no quiera hablar contigo. Que uno esté conectado ¡no quiere decir que quiera hablar! ¡Hay que preguntar antes! Y, sobre todo, asumir que puede que no quiera hablar, ¡sobre todo si no te conoce o te conoce vagamente!
¿Qué tal un «¿puedes hablar?» o un «¿te molesto?», antes de comenzar la comunicación? (Pero asumiendo que puede decir que no!!).
¿Y qué decir de los grupos? Cuando te añaden a un grupo de desconocidos sin pedirte permiso y te ves envuelto en un aluvión de mensajes ¡sin comerlo ni beberlo! Te lo imponen, así, por la cara: sin consultar. Se entrometen en tu vida sin asomo de delicadeza, de ponerse en tu lugar, y te tienes que volver loco para borrarte del susodicho grupo.
Pero lo peor de todo, sin duda, es cuando te añaden a un grupo, sin tu saberlo, y resulta que, tras x mensajes te das cuenta de que estás conversando algo privado ¡ante los ojos de no sé cuantas personas!
Esta es la táctica de los más perversos, para presionarte y que te sientas obligado a claudicar sobre algún tema: el colmo de la manipulación.
Vamos a dejarnos de tonterías y a denunciar estas tácticas perversas.
La comunicación exige respeto por el libre albedrío del otro (asumir que también puede decir no) y, sobre todo, no manipular con tácticas arteras.