Opinión y Noticias Externas — 1 mayo, 2015 at 12:57 pm

La «diversidad» como valor: otro timo de la dislocada filosofía «Barrio Sésamo»

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«Diversidad». La palabreja (el meme) se empezó a colar en nuestras vidas unida al trauma inculpatorio de la especie humana por la cantidad de especies animales que desaparecían cada año: ¿recuerdas?
Sí, hombre; los mismos psicópatas que destruían la naturaleza nos hacían responsables a las víctimas de su maldad por la cantidad de especies animales que no podían reproducirse por culpa de sus químicos.
Fue así, desde el campo de la ecología, como el concepto de la «diversidad» como un valor se coló en nuestras vidas humanas.
Ahora bien, ¿es realmente un valor absoluto la diversidad como nos quieren hacer creer?
[Recuerda que un valor Absoluto es aquel que «cuanto más, siempre será mejor», como por ejemplo la Justicia, la Verdad y el Amor].
¿Y qué significa la diversidad?
Pues «variedad, desemejanza, diferencia».
En un momento en que nos machacan a machamartillo con la igualdad como Valor Absoluto ¡también nos promocionan la Diferencia como valor absoluto!
¡El culmen de las contradiccciones! ¿Entiendes ahora porqué ésta es una filosofía digna de los sketches de Epi-Blas y Coco en Barrio Sésamo? ¿Te das cuenta de que nos marean con la dicotomía iguales-diferentes, de la misma manera que lo hacían con «arriba-abajo», «dentro-fuera» y demás paranoias de los guionistas de ese clásico infantil?
O sea, que tenemos que la diversidad es un valor que proviene del mundo animal y se traslada al humano; valorando la «diferencia». ¿Pero qué tipo de diferencia? ¿Diferencia respecto a qué?
Porque la diferencia, queridos amigos, es un valor tan relativo que siempre se es «diferente a otro», ¡no se puede ser «diferente a nadie»! (Entonces sí sería un valor absoluto).
La respuesta la tiene el concepto de «diversidad sexual», que es la traslación de la diversidad en la gran sabana a la jungla humana. Si en aquella estaban los ñus, las cebras, las gacelas, los antílopes, los leones y las hienas (entre muchos otros), en la especie humana nos venderán que esa misma fauna heterodoxa la componen «especies» como los «homosexuales», «bisexuales», «transexuales», «polisexuales» y muchos más nombrecitos (memes) que se han ido inventando en los últimos años, como si, de repente, hubieran aparecido más tipologías humanas. (Todo ello mientras, paradójicamente, la única que es natural, hombre-mujer, se consideraba una característica cultural, y no genética).
El asunto, obviamente, es que mientras en el mundo animal todas esas especies diferentes lo son naturalmente, en el mundo humano esa pretendida «diversidad» no procede de que esas personas que se hayan autocolgado la etiqueta de «homosexuales», «bisexuales», «transexuales», «polisexuales», sean morfológicamente diferentes sino que se disfrazan como tales, como tribus urbanas que son, en respuesta a los traumas que la propia sociedad, manipulada por los ingenieros sociales, les ha generado.
Los ñus, las gacelas, los antílopes, los elefantes y los leones son realidades biológicas mientras que las lesbianas, las diferentes tribus de gays, transexuales, hipsters, son comportamientos culturales, no biológicos-genéticos.
Es decir, imposturas.
La diversidad no es un valor en sí mismo; la naturaleza sí es un valor porque no fabrica dos seres iguales, pero los disfraces y la impostura no son características reales sino mentiras, por lo que no tienen nada de positivo, ni por tanto hay por qué protegerlas.