Me llega esta noticia de origen desconocido pero que incluyo por su importancia.
¿Recuerdan cómo todos los árboles de los bosques de Pandora se comunicaban entre sí
a través de una red energética global formada por sus propias raices? Pues resulta
que aquí mismo, en la Tierra, unas simples bacterias, mucho menos complejas que un
árbol, son igualmente capaces de comunicarse (aunque de forma «inalámbrica») por
medio de una serie de impulsos electroquímicos que, de hecho, forman una tupida red
eléctrica en los fondos marinos en los que viven. El sorprendente hallazgo,
publicado en Nature, ha sido realizado por un grupo de investigadores de la
universidad danesa de Aarhus.
Los científicos llegaron a esta extraordinaria conclusión tras estudiar una serie de
capas de barro procedentes del fondo de la bahía de su propia ciudad. «Acabamos de
abrir una puerta, pero creo que el descubrimiento cambiará nuestro modo de pensar
sobre la geoquímica marina y la ecología microbiana», asegura Nils Risgaard
Petersen, uno de los autores del estudio.
El equipo de invetigadores, dirigido por el microbiólogo Lars Peter Nielsen, se
encontró con su hallazgo por pura casualidad. La intención original no era medir la
conductividad del fondo de la bahía de Aarhus, sino estudiar una especie de bacteria
reductora de sulfato que habita en él. Para medir con exactitud su actividad
química, los científicos tomaron algunas muestras de agua marina y de sedimentos de
varias capas del fondo. Y al terminar sus experimentos, las muestras fueron
relegadas a un rincón del laboratorio.
Algo extrañoSin embargo, y después de algunas semanas, Nielsen (en la imagen) se dio
cuenta de que en las probetas estaba sucediendo algo extraño. Al cambiar los niveles
de oxígeno en el agua en la superficie, se producían casi de inmediato toda una
serie de fluctuaciones químicas varias capas de barro más abajo. La reacción se
producía a una distancia tan grande (para el tamaño de una bacteria) y a una
velocidad tal, que resultaba imposible de explicar con los sistemas tradicionales de
transporte químico o difusión molecular.
Al principio, los microbiólogos se quedaron estupefactos, sin llegar a comprender lo
que estaban viendo. Se trataba de algo materialmente imposible. A no ser, claro, que
las bacterias de las capas superiores de sedimento estuvieran «enlazadas» de alguna
manera desconocida con las de las capas inferiores, mucho más abajo. Pero las
pruebas son tozudas, y lo cierto era que cualquier cambio que afectara de alguna
manera a las bacterias superficiales cambiaba también, casi al mismo tiempo, a las
que estaban varias capas más abajo.
El fenómeno parecía inexplicable hasta que surgió la peregrina idea de que podría
existir una especie de conexión eléctrica entre ellas. Eso podría explicar la
velocidad de las reacciones a pesar de la distancia. Sin embargo, aceptar esa
solución era algo que, literalmente, iba en contra de todo lo conocido hasta el
momento. «Fue imposible – dice Nielsen- solventar esa paradoja hasta que surgió la
idea salvaje de que el fondo marino podría ser un entramado de ondas eléctricas
inalámbricas generadas de forma natural».
El secreto de «Avatar»Sin embargo, tal y como sucede a menudo en Ciencia, la
explicación más increíble puede ser la verdadera. Una vez confirmada la existencia
de ese sorprendente circuito eléctrico, los investigadores llevaron a cabo más
experimentos para confirmar, sin dejar lugar a dudas, que la respuesta de las
bacterias del fondo al oxígeno de la superficie estaba efectivamente causada por el
rápido transporte de electrones mediante ondas inalámbricas que conectan a las
bacterias entre sí.
Durante su investigación, los científicos comprobaron que la conexión eléctrica de
una bacteria con otras es posible hasta una distancia de unos dos centímetros, es
decir, 20.000 veces más que su propio tamaño.
Preguntado sobre si había visto «Avatar», la película de James Cameron en la que los
bosques de la luna Pandora están ligados eléctricamente y forman una especie de
«ordenador biológico», Nielsen confesó que uno de sus colegas le dijo precisamente
eso, y al ver sus resultados le envió de inmediato un mensaje en el que decía: «¡Has
descubierto el secreto de «Avatar»! Vuelo a verlo». «Las similitudes -asegura el
microbiólogo- son realmente sorprendentes» .