Tras un sinfín de peripecias que terminaron como mi viaje a Africa (el de mi primer libro, con el avión estropeado y una noche de hotel gratis), por fin vuelvo a Europa.
Desde los 3100 metros de la montaña andina de Bogotá, bajé a 12 metros bajo el agua en un curso de submarinismo que realicé en el Caribe de Santa Marta. En los 32 días que he pasado bajando esos 3.112 metros me he encontrado con la Realidad de, posiblemente, el país que más ha vivido en una «montaña rusa» del Planeta.
Más de 50 años de guerra, incluyendo la guerrilla, los paramilitares y el narcotráfico, la creación de la música más alegre del Planeta (la salsa), la peor televisión posible (las novelas o culebrones), la mayor pasión por el sexo y, posiblemente, el mejor novelista del siglo XX (Garcia Máquez). Rara es la persona en Colombia que no haya vivido, en primera persona, un asesinato.
Todo ese cóctel se vive en una Tierra paradisíaca, donde se conservan algunas de las mejores joyas del urbanismo colonial español, las montañas andinas, el Caribe, la selva, las ciénagas…
Lo que he podido sentir es una mixtura de sensaciones. Por un lado, que los colombianos empiezan a despertar de una larga pesadilla con un descreimiento hacia la política tremendamente beneficioso; las perspectivas pintan hacia una disolución del Estado tal y como se viene entendiendo pues los lazos entre los políticos y el terrorismo (paramilitares-derecha; guerrilla-izquierda) son tales que se está hablando largamente de una política de «escaños vacíos», es decir, que el partido político de aquel que sea acusado de corrupción, pierda su escaño. Y en esa posición están más de 30 congresistas…. (Las últimas noticias que leí en el avión hablaban de una «marcha atrás» de la Corte Suprema pero creo que difícilmente la gente va a volver a creer en la «democracia»).
Aunque hay todavía unos cuantos que agradecen a Uribe que haya acabado con los paramilitares, no son pocos los que se dan cuenta de la extorsión que supone que el fundador de los paramilitares en el departamento de Antioquia (el propio Uribe) se jacte de acabar con su propia creación… En las decenas de conversaciones que he mantenido durante este mes con el simpatiquísimo pueblo colombiano, he podido apreciar que los numerosos colombianos que ya han despertado se empiezan a dar cuenta del gigantesco mecanismo de manipulación mental que han supuesto las famosas «novelas» y no son pocos los que han dejado de ver la televisión. Tampoco son pocos los que se dan cuenta del gran daño que a las relaciones hombre-mujer supone la música sadomasoquista que ha sustituido a la auténtica música popular y es la dictadura de las cadenas de radio. En este punto, aquellos que piensen que esos argumentos pasionales son los únicos de los que hablaba el folklore popular, decirles que están muy equivocados. Los medios Iluminati han impuesto esa temática como parte de su estrategia para mantener en estado de guerra (en este caso, a través de la pasión inconsciente) a, posiblemente, el país más masónico de la Tierra (con Estados Unidos, Israel e Inglaterra, posiblemente). Y la prueba está en su propio nombre: Colombia, el país del templario-masón, Colón.
¿Por qué Colombia?
Sencillamente, porque ese territorio es la llave para la conexión entre Norte y Centro América con Sudamérica. Una vez escindida Panamá, sin carretera que una Colombia con la citada provincia colombiana, la unión entre los pueblos de habla hispana (y los indígenas) de América ha podido ser rota. Si Colombia estuviera en paz, Méjico y Argentina-Chile estarían unidos.
Pero es que Colombia supone muchas más cosas: allí ha podido mantenerse completamente incólume a la influencia hispana, el pueblo kogi, que pasa por tener a los chamanes más capacitados de toda América. Allí, en su territorio de la Sierra Nevada de Santa Marta según me confesó un chamán que entrevisté en Bogotá, se reúnen periódicamente los mejores brujos de América para hacer «magia negra» al sistema capitalista (esto me lo confesó fuera de cámara).
Curiosamente, al pie de la montaña de Santa Marta, en la entrada al majestuoso Parque Tayrona, una numerosa comunidad extranjera ha llegado a poseer numerosos negocios en la playa de Taganga, al punto que los carteles de las tiendas y taxis se pueden leer… ¡En hebreo! ¿Casualidad? Otro día os enseñaré las fotos y os contaré más cosas pero de momento os cuento que el creador de los paramilitares colombianos fue el también judío Yair Klein, quien ahora está consiguiendo evadir la acción de la Justicia.
También ha de considerarse que el fallecido jefe de la guerrilla FARC, Marulanda «Tirofijo» firmara sus emails como J.E., es decir, Judío Errante.
Como digo, muchos colombianos están despertando a la gigantesca operación de lavado de cerebro (de izquierda y de derecha) que han sufrido, aunque creo que todavía falta que despierten a la falsedad encerrada en el proceso de Independencia. Los numerosos símbolos masónicos dejan bien claro que, en realidad, la llamada «Independencia» americana fue una operación masónica-Iluminati en completa coordinación con la revolución liberal española (¡qué casualidad que ambas ocurrieron en 1810-12!) y que el pueblo colombiano (especialmente negros, mestizos e indígenas) cambió el yugo de la monaquia española por la burguesía masónica criolla.
Esa es la pura realidad. No hubo tal revolución. Seguramente por eso Simón Bolívar no tuvo éxito. Su sueño de una Latinoamérica unida, representada en Hugo Chávez, es lo único vivo de todo ello.
Y no son pocos los que han superado el absurdo nacionalismo para soñar con una Latinoamérica unida… con España, y a través de ella, con Europa.
Son muchas las personas que me lo han confesado.
En ese orden de dualidad extrema (máxima oscuridad-máxima luz), el proyecto de la ecociudadela de Magnum Astron (www.magnumastron.org) es la justa recompensa para un país que ha sufrido tanto y tan absurdamente. Del máximo sufrimiento va a nacer el más ambicioso y fundamentado proyecto de otra civilización, dotada de toda la tecnología. Otro día veréis la entrevista que le hice, a la espera de que venga a España a explicarlo. Pero en Colombia están pasando muchas más cosas.
El número de avistamientos es un aviso de que algo fuerte va a suceder allí y las personas con las que he hablado que han tenido alguna experiencia de contacto físico con seres de otras dimensiones atestiguan que la disolución del estado colombiano (y los desastres climatológicos de las últimas semanas) son el comienzo de que por Colombia va a empezar a salir el sol de un Nuevo Amanecer.
En el aeropuerto de Cartagena, me dijeron que tenía que pagar una tasa para salir del país: por eso me tuve que ir a cambiar unos pocos dólares que me quedaban. Ved en la foto lo que me encontré: el símbolo de los Iluminati con todos sus detalles. Después, me dijeron que se habían equivocado, que esa tasa era para ir a la isla de San Andrés. Es decir, que me enviaron a sacar esta fotografía…
Otro día os pongo las y videos queestoy subiendo ahora mismo a Internet.