Opinión y Noticias Externas — 15 agosto, 2007 at 10:39 am

Guerra fría en Ecotopía a causa del holocausto

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Estaba muriéndome de calor en Madrid, sin planes hasta finales de agosto, y llamé a una amiga portuguesa que conocí en un encuentro Rainbow (hippie- arcoiris) hace apenas unos meses para ver si tenía algún plan interesante.

-Voy a ir a Ecotopía, será en El Algarbe, al sur de Portugal, muy cerquita de la playa, es como un Rainbow pero mejor organizado… -me dijo.

Eché un vistazo a la página web y me dio buena espina; parecía tener más contenido que los encuentros arcoiris. Por eso, llamé a un par de amigos para ver si me acompañaban y ninguno podía. ¿Qué hacer?

Algo me decía que tenía que ir, así que, sólo dos días después de enterarme, ya había cogido el coche y emprendido los 800 kilómetros que me separaban hasta la punta de la península ibérica vía Cáceres y Badajoz. Llevaba mi camiseta roja sin mangas, aquella que me hice con la inscripción “Yo dudo del holocausto: La verdad no teme a la mentira”; como últimamente tengo una buena tripita es la que mejor me queda…

Bueno, al poco de llegar ya encontré a algunos amigos; el tipo de gente que está actuando para cambiar el mundo: activistas, artistas, muchos artistas, muchos actitivistas. El personal que allí se encontraba era básicamente hippie-alternativo, y había prácticamente de todos los países europeos (Rusia, Ucrania, Serbia, Lituania, Suecia, Holanda, Grecia, Francia, Alemania, Suiza, Inglaterra, Escocia, Irlanda, Bosnia, Chequia, Eslovaquia, Polonia, España, claro está… ) más Australia, Estados Unidos, Japón, Argentina, Perú… y alguno que más tarde descubriría.

Al día siguiente, en el “círculo de la mañana”, hice mi primera propuesta para hacer un “workshop” (charla-coloquio) sobre los iluminati y el poder oculto que gobierna el mundo. No había terminado de comer cuando varias personas se acercaron a mí, interesadas por la charla, y allí me puse a dar mi segunda charla en inglés sobre el tema. En los mejores momentos, llegaron a juntarse unas 40 personas.

Me sorprendió encontrar allí a unas cuantas personas que tenían mucha información, incluido el asunto de la Reserva Federal Americana y las sectas que dominan el dinero en el Planeta (allí me recomendaron la serie “Money Master” que mañana os cuento). La charla fue sumamente enriquecedora y por eso quedamos en que continuaríamos con el tema en los días sucesivos. Alí conocí a Peter y Dorota (la pareja de checo y polaca) que tanto me iban a ayudar.

Todo un éxito. Únicamente dos jóvenes alemanes que me echaban en cara que no mencionara la palabra capitalismo y que “hablara de cosas de las cuales no tenía pruebas”; hablaban despectivamente de las “teorías de la conspiración”, a lo cual yo respondía que no se puede utilizar la información de los media de los capitalistas para conocer la Realidad de lo que ocurre; es una contradicción (les dejé bloqueados, claro). Como me enteraría más tarde, pertenecían a “organizaciones antifascistas”, es decir, de izquierdas, con la ideología todavía muy marcada y que siguen viendo la TV y leyendo los periódicos oficiales para formar su opinión.

Al día siguiente, durante la comida, uno de los alemanes (Mö) se acercó a mí para preguntarme por el sentido de la camiseta que llevaba. Le contesté que ponía en duda el papel que juega el holocausto hoy día en la esfera internacional, la imposibilidad de investigarlo y, sobre todo, su influencia en lo que ocurre hoy día en Palestina. Me dijo que esa camiseta insultaba a las víctimas y yo le respondí que las únicas víctimas que hay hoy día son las de los holocaustos provocados por los sionistas en todo Oriente Medio. Que mi camiseta iba a dirigida a denunciar que las reparaciones por el holocausto que cada año paga el gobierno alemán, están sufragando el genocidio en Palestina.

Era martes. Ahí comenzó una batalla que duró hasta que me marché, el domingo, que comenzó con la presión para que no usara la camiseta, primero, y después, una serie de juicios sumarísimos, en los que un “pacificador” o “moderador” repartía la palabra de tal manera que 15 o 20 alemanes me insultaban democráticamente hasta que me llegaba el turno de contestar a cada uno. Por supuesto, hubo mucha gente que se puso de mi parte y que participaron en los debates, aunque, con el paso de los días, se iban aburriendo del tema. Algunos, como el portugués Fidalgo, se marchó del campamento, harto del acoso que estaba sufriendo. Sucintamente, el PROCESO fue así.

El miércoles, durante el “círculo de la mañana” se abrió otro debate en el que se me acusaba de “fascista” a lo que yo respondí definiéndome básicamente como “anarquista”, explicando el carácter de la camiseta y reclamando la libertad de investigación sobre el holocausto. Esa tarde, se me pidió que acudiera a una reunión sobre el tema y allí contesté a todas las preguntas que se me hicieron (con gran acierto, para mi gusto). Otro juicio sumarísimo.

El jueves volvieron a pedirme que fuera a otra reunión a la que yo acudi porque la organizaba Pedro, un amigo portugués; el encuentro fue un rosario de insultos que capeé como mejor pude, cuyo punto central era el “insulto a las víctimas” (todo ello, dirigido por chavales de 20 y pocos años). Mi argumento fundamental era la libertad de creencias y, en este caso, la imposibilidad de tener una posición cerrada sobre un asunto en el que está prohibido investigar. A todo esto, un israelita que apareció milagrosamente no sé muy bien cómo, empezó a ejercer una influencia muy sospechosa en el asunto. Me pidieron que me disculpara si habia herido alguna sensibilidad y así lo hice al día siguiente, en el “círculo de la mañana”, aclarando que me sentía dolido por el acoso sistemático y la coerción basado en el número, que estaba sufriendo. Que añadiera mi desasosiego a la disculpa no les gustó nada porque, según ellos, no era eso lo que tenía que decir, a lo que yo respondí que las disculpas tienen que ser sinceras, internas e improvisadas. Nuevo rosario de cartitas e intermediarios. (Como niños).

Cuando ya creía que se había terminado el tema, venía alguno de los “Pacificadores” a leerme alguna carta que habían escrito los conspiradores, instándome a una nueva reunión. Parecía que estaban todo el día maquinando alguna nueva acción para presionarme: una auténtica conspiración diaria. Es imposible que os cuente todo lo que ocurrió pero os puedo transmitir la sensación de estar en un conflicto con la GESTAPO o la STASI (policía política alemana comunista); un auténtico programa MK Ultra. En varios momentos, se llegó a sugerir mi expulsión del campamento aunque, a decir verdad, en ningún momento llegó a tener suficiente fuerza la idea, y eso que una buena parte de los alemanes del campamento (y había unos cuantos) la apoyaban.

Sin duda, ya de vuelta a Madrid, creo que estos días han sido un gran entrenamiento para mí para los días en que, sin duda, tendré que salir a dar la cara en los medios de comunicación.

Enfrentarme con la policía del pensamiento izquierdista me ha hecho ver con claridad varias cosas.

La primera, que las personas que han sido esclavizadas son las que con más fuerza defienden a sus opresores. En todo momento, recordaba el llamado “síndrome de Estocolmo” por el que el secuestrado acaba defendiendo a su captor. Así es como están las personas de izquierdas en Alemania: han asumido las posiciones de los banqueros sionistas que les vencieron y ahora son los máximos defensores de la continuación de ese gran negocio llamado holocausto. Esta es una de las pruebas más irrefutables del “Mind control”, del lavado de cerebro que todavía sufren los alemanes y tanto afecta a la política mundial (una vez más, insistir en los muchos de millones que los alemanes pagan cada año al estado de Israel).

En fin, a la misma hora del domingo que me marché un terremoto sacudió la Península Ibérica. Si todo fue bien, ese día se proyectaría la película “Los Iluminati”, que dejé a buen recaudo de mi adorable amiga polaca, Dorota.peterdorota.JPG

Antes de irme, varias personas me hablaron de lo importante que había sido para la comunidad no haberse dejado llevar por quienes me querían echar, y haber defendido la libertad de expresión. A lo largo de esos días, muchas personas, en solitario, fueron viniendo hacia mí para darme su apoyo. Muchas de ellas, volverán a sus países con la convicción de que se puede dudar del holocausto (como concepto político) sin implicar ninguna conexón con el régimen nazi. Es decir, que el antivirus del holocausto ya está rodando por Europa…

Ah, por cierto, el último día volví a crear un grupo alrededor mío para hablar de los proyectos secretos sobre control mental. Uno de los dos israelitas que había en el campamento se quedó a unos tres metros escuchándome… hasta que se fue, y vino el otro, sin duda el más inteligente. Mi amiga Dorota me dijo que intentó sonreírle para que se acercara y recibió una sonrisa maléfica por respuesta… Estoy por asegurar que era un agente del Mossad.

Mi amiga portuguesa, la que me invitó al festival, no llegó a ir al festival… ¿Sería que yo tenía que ir allí?