General, Opinión y Noticias Externas — 8 enero, 2010 at 10:45 am

Feliz año de un ácrata y Latido global 2010

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Yin y yang.
Primero, el latido global para este año 2010.

Y más abajo, el feliz año 2010 de un ácrata extremeño. Sencillamente, Poderoso.

Feliz año 2010 a los banqueros y los financieros que estranguláis como fétidas anacondas la garganta de la economía productiva española sin importaros un comino su asfixia letal, y aún menos su consecuencia, que es la miseria de pequeños empresarios, de empleados autónomos y de millones de trabajadores por cuenta ajena, que, secos como arenques pillados en una puerta, hemos traspasado ya el umbral de la pobreza.

Feliz año 2010 a los privilegiados hombres de las grandes familias del Régimen Cocotero, los que realizáis los grandes negocios, y dais esos enormes pelotazos multimillonarios gracias no a vuestra pericia empresarial, sino —más valioso que el dinero es un sabio consejero— a las informaciones privilegiadas que os suministra el Poder, cuando queréis ganar aún más a nuestra costa.

Feliz año 2010 a los poderosos propietarios de los medios de comunicación de masas, más falsos que el sostén de un maricón, que desinformáis a conciencia a todos los españoles; que, para cultivar nuestra ignorancia, inundáis nuestros hogares de inmundicias alienantes; y que no nos contáis jamás, ni por casualidad, una sola verdad en ninguna de vuestras informaciones.

Feliz año 2010 a los propietarios y grandes accionistas de las multinacionales farmacéuticas que, en asociación de malhechores con los miembros del párrafo anterior, nos amenazáis con gravísimas enfermedades falsas, para salvarnos luego de ellas con pócimas inútiles, aunque diligentemente tóxicas, que lograrán que os necesitemos de verdad en el futuro.

Feliz año 2010 a los subvencionados del Régimen: artistas sin arte, cantantes que eructáis cuescos, premiados escritorzuelos que garabateáis cataratas de mierda, progresistas sin ideología de izquierdas reconocible ni por vuestra puta madre, y entrañables dirigentes de oenegés, que no son más que esas desorganizaciones que todos sabemos tan dependientes del Gobierno.

Feliz año 2010 a la casta parasitaria política —toda, de derechas e izquierdas; nacional, autonómica y municipal— que, manejando la gran máquina de prohibir y recortar derechos, al compás de una Administración que antes prefiere ser puta que casarse con el pobre, legisláis, ordenáis y ejecutáis sólo en vuestro beneficio, para blindar vuestras prebendas, cargos y gabelas; y para el contante lucro inmediato de vuestros superiores y de vuestros palmeros, o sea, de los componentes de las cinco clases anteriores.

Feliz año 2010 a los que impartís la Justicia en los altos tribunales, lentos como glaciares para los grandes mangantes y rápidos como escupitajos de músico para los pobres desgraciados; que hacéis lo que conviene a la estabilidad del Régimen según unas Tablas de la Ley no escritas, sino reveladas por el poder. Feliz año 2010 al Rey, nuestro Señor, eficaz guardián del Movimiento Perpetuo; a Vos que, ciego como un pescado frito, tuteláis, legitimáis y encubrís, con vuestro manto de marta cibelina, vuestro cetro y vuestra corona de oro, todo lo anterior para propio medro, sostenibilidad y conveniencia.

Y os deseo un feliz año 2010 a todos, aunque no puedo tener peor concepto de vosotros, porque sé que, como irresponsables bacilos de Koch en los pulmones de un enfermo grave, seguiréis esquilmando España, en todas y cada una de sus regiones, provincias, municipios y hogares, hasta no dejar piedra sobre piedra en equilibrio estable. Éste será, sin duda, para vosotros un próspero año —aún mejor que 2009—, gozaréis de vuestro poder y engordaréis, aún más si cabe, vuestras cuentas en los paraísos fiscales de todo el planeta. Pero sé que será tras dejarnos a todos los españoles en la más absoluta miseria, más pelados que los huevos de un ciclista. El 2010 será, por consiguiente, vuestro último año próspero a nuestra costa, porque la España que habéis inventado, sostenido y depredado hasta ahora estará muerta. Seca, como los pulmones de aquel paciente, corroídos por la tuberculosis.