General, Opinión y Noticias Externas — 24 junio, 2011 at 9:46 am

…Y conseguimos salvar la prohibición e invocar el espíritu de Tesla

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Pues llegamos a eso de las 20:30 al parque de la Cornisa, escenario desde hace más de una década de las mejores hogueras de Madrid y nos avisan de que está la policía requisando la madera, en compañía de un equipo del «Selur» (los servicios de limpieza, una nueva policía de las muchas que tenemos en este final de los tiempos).

Así que damos un giro a nuestros pasos y nos vamos a un parquecito cercano en el que esa misma mañana había escondido unos cuantos maderos, donde depositamos, cuidadosamente, los nuevos que el equipo de 7 personas hemos recolectado por los alrededores.

La situación en el lugar donde se ha de celebrar la ceremonia (y las decenas de hogueras que suele haber todos los años) es la típica de este infernal sistema en el que vivimos. Seis policías merodeando entre la gente pacífica que allí estamos, quitándoles las maderas y cartones a los chavales, y metiéndolas en su camión.

Siento la ira ascender por cada uno de los poros de mi piel y poseerme.

Esa misma mañana había visto un equipo de Telemadrid haciendo entrevistas en el parque y, rápidamente, uno las piezas.

-Eso es porque sabían que este año no iban a dejar.

Otras noticias pululan por los corrillos que hablan de que la Comunidad de Madrid ha prohibido las hogueras en todo el departamento.

-¡Las hogueras de San Juan! ¡La tradición milenaria! ¡Ellos, que se dicen conservadores!

Al instante, llega el pensamiento. «Tesla, la energía libre, la ceremonia del final del capitalismo que celebramos el año pasado. ¿Habrán leído el blog?»

Ya casi no puedo comunicarme con nadie. Soy todo uno con mi ira.

Sólo consigue sacarme de ella, el corrillo de vecinos que ya rodean a los policías y en el que se entabla la típica conversación que no va a llegar a ningún lado. No reproduzco los argumentos sobre si son seguras o no las hogueras, porque no va por ahí la cosa (ni aunque se haya muerto alguien este año). Las noticias, como ya sabemos, son pretextos para implantar el estado policial del Nuevo Orden Mundial.

En esto que el camión de Selur se empieza a mover para salir del follón (la presión popular comienza a ser asfixiante) y decide salir marcha atrás…

Y tumba una farola. ¡Una farola al suelo! ¡No sólo te fastidian sino que se dedican a fastidiar el mobiliario urbano!

Aquello ya tiene tintes de sainete. En realidad, hace ya tiempo que todo lo que vivo que concierne a la autoridad es de risa.

Estamos en un colegio. Esto es un puto colegio donde no  te dejan hacer nada.

Estoy aburrido. Me voy a un banco a serenarme un poco (con el penacho de plumas puesto).

Acaba de pasar Laura con Antonio hacia el coche, cuando se acercan unos niños de 7 u 8 años a curiosear con la farola. Se acerca un policía a decirles que se vayan de allí y los niños se dirigen a ellos de una manera… espontánea, como si les diera igual que fueran policías. Algo así:

-Pues desde allí parece una hoguera. Por la luz. ¿qué ha pasado? Quién la ha tirado?

Hala, niños, marchaos de aquí.

-Pues en mi colegio, una vez vinieron policías…

¡Antonio me cuenta que acaba de ver a un coche subiéndose a la acera delante de las narices de la policía! ¡Como si le diera igual la autoridad!

Hay como una insurrección popular en el ambiente ante el absurdo de la nueva prohibición. Los corrillos ya presionan a la policía, que no sabe bien donde meterse.

Como ya se está haciendo de noche, vuelvo con el resto de compañeras, que están preparando las flores, velas y demás aparataje de la ceremonia, sin mayor complicación.

En esto que unos niños prenden fuego a unas hojas, justo al lado del banco donde hemos dejado nuestras cosas y a escasos metros de la policía.

Unos niños prenden un pequeño fuego y la policía viene a apagarlo rápidamente, con sus propias pisadas.

Se vuelven a ir y los renacuajos (los mismos de la conversación con la policía), lo vuelven a encender.

Los policías vuelven a apagarlo.

Así, 5 o 6 veces. Cada una de las veces que los niños lo encienden, los mayores les aplaudimos.

El mundo al revés.

En lugar de reprender a los niños por no hacer caso de la autoridad, sus mayores les aplauden cuando desobedecen. Cuando el mundo se ha vuelto un colegio, lleno de prohibiciones, son los niños los que toman el Poder. Ellos se convierten en nuestros líderes. Y nosotros, les aplaudimos y vitoreamos.

Estos ya son los nietos de Mayo del 68.

Visto  el corrillo que se ha formado, decido meter prisa a las sacerdotisas y aprovechar la coyuntura para captar la atención de los congregados hacia la ceremonia.

Cojo el micrófono y comienzo a organizar el círculo alrededor de las flores que marcan el contorno. Como las sacerdotisas se están vistiendo, explico a los congregrados el poder del solsticio, la tradición, el ritual, el 2012 y la figura de Tesla y la Energía Libre. E incluso hacemos una prueba de «la plegaria a las siete direcciones galácticas».

La gente está expectante. La ceremonia puede empezar.

Este año tenemos hasta micrófono. Parece como una continuación del pasado. Hemos «tomado» el lugar. La policía se va y no da ni un sólo problema. Ni siquiera cuando encendemos las antorchas. La gente repite la oración por Tesla con fuerza y sigue la ceremonia con respeto y sentimiento.

Hemos triunfado, una vez más.

Nada más acabar, decido aprovechar nuevamente la coyuntura y traer la madera que escondí para hacer la hoguera. Ya hay miles de personas y es imposible pararlas.

Llegamos al sitio donde las guardamos y se las han llevado (la «policía» de limpieza). Pequeña decepción… pero guardé un gran madero, por precaución, en otro lado.

¡Está ahí!

Por el camino, conseguimos unos maderos más y, aprovechando la desobediencia generalizada, conseguimos hacer una hoguera descomunal pues, milagrosamente, una vez encendida apararece más y más madera.

Así se hizo la hoguera de San Juan del último giro antes del 2012. Esperemos a ver qué sucede.

Podéis hacer apuestas de a qué se dedicará la del 2012. Será a lo grande, grandísimo.

PD: Crónica del bloguero José María, de lo que ocurrió allí, con fotos, como las que publico en mi propia crónica.