Opinión y Noticias Externas — 31 julio, 2012 at 5:05 pm

Estulín describe en «Conspiración Octopus» una trama calcada a la de Fulford y Wilcock

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Se supone que Daniel Estulín es el menos conspiranoico de los escritores conspiranoicos. El único en el mundo que tiene las puertas abiertas a los grandes medios de comunicación de los banqueros. Y eso, qué duda cabe, levanta sospechas…

A pesar de ello, sus libros me encantan. Me apasiona su escritura y siempre encuentro datos que me inspiran. Así que tenía que leer «Conspiración Octopus». Y me compré hace unas semanas la edición de bolsillo de este thriller de manual «El código Da Vinci» por saber qué había dentro que no pudiera contar Estulín en un ensayo. (Porque este tipo de libros se escriben, por si lo no sabéis, para contar en formato ficción aquello que no se puede decir «en serio»).

Y lo que me he encontrado es la trama de Benjamin Fulford (sin las yakuzas japonesas) del oro robado en la Segunda Guerra Mundial, la doble contabilidad financiera que ha «limpiado» a los estados del mundo mediante un agudo sistema informático y lleva al mundo al colapso.

Estulín cuenta, con la minuciosidad del que conoce bien el asunto, la debacle financiera mundial y deja entrever que hay una solución: un programa informático que siga las transacciones hasta llegar a su paradero final. Justo, lo que hace el padre del asesino de Denver, Richard Holmes.

Creo que es en criminología donde se dice que tres indicios generan una prueba. Bueno, pues tenemos a Benjamin Fulford, David Wilcock y ahora Daniel Estulín, cada uno con sus propias fuentes, apuntando a la conspiración del oro robado que sacaría a la Humanidad del colapso del sistema monetario.

Por no hablar de la mítica lista de NESARA, Leo Wanta, Cristopher Story y demás historias que os he contado a lo largo de los últimos diez años. Demasiados para ser mentira.

Lo dicho: avanzaréis mucho en la búsqueda de la solución al entramado en el que estamos metido, leyendo Conspiración Octopus. (Y los informáticos, tendréis orgasmos ante los datos y la trama en sí que se vierte en la novela).

¡Ah! Después de leerla, ya no me quedan dudas: Estulín es de los nuestros. (Aunque patine con la defensa de la energía nuclear).