General, Política actual — 9 julio, 2013 at 8:02 pm

Dopaje: la falsa vía hacia el Superhombre y la sensación de «progreso humano»

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El otro día, el periódico El País reproducía unas declaraciones de Lance Armstrong al diario Le Monde parisino en las que aseguraba que «la justicia española ha destruido bolsas de sangre de la Operación Puerto antidopaje porque en ellas había pruebas que incriminaban a los equipos de fútbol españoles».
El propio médico «superdoping» Eufemiano Fuentes ha amenazado en repetidas ocasiones con revelar sus relaciones con los dos equipos señeros del fúbol español: Real Madrid y Barcelona.
Es hora de conectar algunos puntos para aclarar desde donde se remonta la cuestión del dopaje.
Hagamos memoria.
Los futboleros cercanos a los 40 años (como poco) recordarán la irrupción en el fútbol europeo a finales de los años 80 del Milán de SILVIO BERLUSCONI, famoso por la tripleta de JUGADORES HOLANDESES: Ruud Gullit, Frank Rijkaard y Marco Van Basten (además de una colección de grandes jugadores italianos). Fue ese Milán el que se colocó frente al Real Madrid de la Quinta del Buitre impidiendo que ganara la Copa de Europa.
Cierto que ese Milan estaba repleto de fantásticos jugadores pero la cualidad que los diferenciaba del resto de los equipos es que CORRÍAN COMO CABALLOS DESDE EL MINUTO 1 AL MINUTO 90.
Todo aquel que haya jugado al fútbol 11 (y éste que os habla lo ha hecho durante largos años) sabrá de la dureza física de este deporte. Los buenos futboleros recordarán que hasta los años 80, cuando un lateral (un carrilero, se le empezó a llamar) se recorría la banda hasta el córner contrario, regresaba a su posición trotando, es decir, «recuperando el fuelle». Normal, después de un esprint semejante. ¿Alguien recuerda que los jugadores se bajaban las medias y se quitaban las espinilleras cuando estaban cansados?
Los jugadores del Milán no sólo se recorrían los 100 metros de la cancha a máxima velocidad para luego rematar con precisión… ¡sino que regresaban a sus puestos todavía más deprisa de lo que lo habían hecho!
Por algo se decía que corrían como caballos.
Fue por aquel entonces -¿recordáis?- que se empezó a decir majestuosamente que «el Milán emplea métodos científicos de entrenamiento» y, para justificar estas declaraciones, se mostraba a los jugadores del Milán con electrodos en su cuerpo, haciendo pruebas físicas en el gimnasio. Las mismas imágenes que se mostrarían con el «cyborg navarro», Miguel Induráin.
Recalquemos nuevamente que este equipo que cambió los métodos de funcionamiento del fútbol era propiedad del del mafioso SILVIO BERLUSCONI, quien gracias a la popularidad ganada con su equipo de fútbol, llegó a la presidencia de Italia. Es bien sabido que Berlusconi no le hace ascos a hacer trampas…
Hasta el Milán de Berlusconi (con la excepción de las increíbles remontadas del Madrid de la Quinta del Buitre, en las que corrían… como posesos hartos de cocaína hasta el final, por cierto), los partidos de fútbol tenían un desarrollo diferente a partir del minuto 30 de cada parte. Debido al tremendo cansancio provocado por un deporte lleno de sprints y choques, pero que además exige precisión en el toque de balón, el último cuarto de hora de cada parte el nivel físico decrecía enormemente y se generaban más oportunidades para los delanteros, aprovechando muchos entrenadores para sacar a hombres de refresco. A partir del Milán de Berlusconi, si os dáis cuenta, el nivel físico en el fútbol en general no decae en los 90 minutos: jamás se ve a un jugador con las manos en las cadera, recuperando el oxígeno. No se cansan.
Después del Milán («holandés») de Berlusconi le llegó el turno de reinado al Barcelona del HOLANDÉS Johan Cruyff, quien impuso los métodos técnicos Y FÍSICOS del Ajax de Amsterdam a la factoría blaugrana de La Masía. Jugadores extraordinariamente dotados técnicamente pero que, además, corren tanto como el típico jugador físico de los años 80 (Víctor, Zubiría, el propio Neeskens). Hasta entonces, había dos tipos de jugadores: el virtuoso pero poco dotado físicamente, y el trotón pero poco técnico. Desde entonces, los alfeñiques virtuosos (como Messi o Iniesta) no se cansan de correr.
Es de recalcar el elemento holandés común al Milán de Berlusconi y al Barça de Cruyff porque el referente más claro de este «fútbol total» fue la selección holandesa de finales de los setenta, conocida como LA NARANJA MECÁNICA, liderada por el propio Johan Cruyff y cuya característica principal eran unas condiciones físicas portentosas.
Y en este momento, hay que recordar que Holanda, como es sabido, fue la primera nación europea que liberalizó el consumo de drogas… Tampoco es desdeñable recordar que el mismo apelativo «la naranja mecánica» hace alusión a la película de Kubrick que tiene en las drogas el origen de la violencia tribal: por cierto, ¿por qué hacía alusión al color naranja? ¿Sabía Kubrick que iba a ser Holanda el lugar desde donde comenzaría la era de las drogas en Europa?
También será bueno recordar la cantidad de futbolistas de los años ochenta que acabaron enganchados a la cocaína, como el propio Diego Maradona o su coetáneo en el Barça, Julio Alberto, o los rumores sobre el desaparecido Juanito Gómez. Todos estos jugadores tenían arranques descontrolados de violencia súbita (recordemos al propio Juanito pisándole la cabeza a Matthaeus, o las locuras violentas del propio Míchel) que bien podrían estar originados porque «iban puestos de cocaína».
Volvamos a los años 80. Un poco antes de la caída del muro de Berlín (1989) que significó la caída del comunismo, comienza la era dorada del atletismo, con las Grandes Galas televisadas, en las que se baten récords un día sí y otro también. El Ser Humano parece que no tiene límites (físicos). Es la época de los ingleses Steve Coe, Steve Ovett, Cram, cuando aparecen los españoles José Luis González y José Manuel Abascal.
La época, una vez más, «de los métodos científicos de entrenamiento» que parecen confirmar la evolución física del ser humano hacia la raza de los superhombres. De alguna manera, parece que la Humanidad había alcanzado una era de progreso, confirmada por la eliminación de la guerra fría de los dos bloques y la coincidente era del fenomenal progreso en el deporte. Todo ello generó una sensación de esperanza que, unida a la bonanza económica generada por la era de la informática, originó un tremendo auge en el consumo que a su vez nos llevó hasta el cambio de milenio, con Internet, la telefonía móvil… y Al Qaeda. Si llegamos «contentos» hasta ese momento es, en gran parte, gracias a la sensación de progreso que generaba el mundo del deporte desde mediados de los años ochenta: «todo va bien: el ser humano se mejora cada día, ahí tienes el deporte«.
Es también en esa época cuando el Tour de Francia alcanza unos niveles fuera de serie, con larguísimas etapas plagadas de puertos con medias de velocidad de ¡45 kilómetros/hora! Tras Bernard Hinault, llegarían Fignon, Roche, Millar, Pedro Delgado, Lemond, Chiapucci, Bugno y, por fin, Induráin, Pantani y más tarde la era Armstrong.
A estas alturas, prácticamente todos estos ciclistas (y el resto de segundas espadas) han sido pillados con el dóping, pero particularmente reseñable es el caso de Pantani, suicidado tras una adicción a la cocaína, al igual que el español Chaba Jiménez, que bien podría haber sido generada a partir de una anterior adicción a otro tipo de drogas para aumentar su rendimiento. Puestos a recordar la lista de ciclistas españoles «pillados»: Perico Delgado (aunque no se le condenó), Beloki, Mancebo, Chaba Jiménez, Arroyo, González de Galdeano, Roberto Heras, Vicioso, Osa, Sevilla, Mayo, Astarloa, Beltrán… Es decir, prácticamente todos (menos Induráin, claro).
El médico español Eufemiano Fuentes ha confesado que no sólo ayudó «científicamente» a los ciclistas españoles de todo este boom sino también a atletas… y futbolistas. Y hemos de recordar que, de repente, de ser un país de segundones, España se convirtió, a partir de las Olimpiadas de Barcelona 92, en una potencia en atletismo, baloncesto, balonmano, waterpolo… y tenis. Recordad, una vez más, los «métodos científicos» que decían emplear y eran el origen de ese éxito. Para ser más precisos, Fuentes también contó que el boom del dóping (y del concomitante éxito deportivo) en la Europa occidental provino de los médicos de los países comunistas que, una vez derrotado ese régimen, vendieron su conocimiento a los países capitalistas. «Curiosamente», en cuanto acabó el comunismo, las marcas de los atletas de los países capitalistas mejoraron exponencialmente: ¿casualidad o causalidad?
Es bueno recordar la evidente masculinización de las atletas de la Alemania del Este y Checoslovaquia durante la era comunista, sobre todo, y que el ciclista escocés Robert Millar, gran competidor de Perico Delgado, se cambió de sexo hace unos años: una prueba de que han estado jugando con hormonas.
En España, el éxito deportivo dejó adormecida a una población que, mientras tanto, era conducida hacia la debacle económica por medio de una corrupción escandalosa que llevaría al país a la bancarrota al tiempo que impedía el acceso a una vivienda a gran parte de la población. Son los mismos años 90 (y finales de los 80) cuando España se convierte en una potencia deportiva de primer orden, en los que se gesta esa gran tomadura de pelo. Es decir, que el éxito deportivo=desastre de la sociedad.
Es preciso reseñar, también, que el descomunal aumento en las capacidades físicas del ciclismo, el atletismo o el fútbol también se vivía en el tenis.
Hasta los años 70, el tenis era un deporte de toque y técnica, en el que se imponía el jugador más virtuoso, pero desde finales de los 70, con la irrupción del sueco Bjorn Borg, los partidos (sobre todo en pista de arena) se convirtieron en maratones en las que se lanzaban latigazos ¡durante 5 horas!
El tenis de comienzos de los ochenta nos dejó dos tipologías de tenistas: los explosivos con arranques de ira propios de los cocainómanos (los americanos John McEnroe y Jimmy Connors) o los fríos e inconmobibles, como el checo Ivan Lendl o el sueco Matts Willander, individuos éstos que, como Indurain, no movían una ceja ni mostraban sufrimiento tras horas pegando latigazos a la raqueta. Superhombres.
Es cierto que las raquetas mejoraron mucho desde los años 80 pero también lo es que la resistencia y precisión exhibidas por los tenistas desde aquellos años raya en lo increíble si no media una «ayuda tecnológica» como la relatada previamente en el ciclismo, el atletismo o el fútbol.
Si volvemos la vista atrás a los años setenta, llegado un punto de los partidos, los tenistas comenzaban a liftar las bolas y ya no llegaban a las bolas más esquinadas o a las dejadas. Simplemente, y como es normal, las piernas no les daban para más.
A partir de Ivan Lendl y Matts Willander, los tenistas se convirtieron en «Robocops» capaces de exhibir el mismo rendimiento desde el comienzo hasta el final del partido: Courier, Sampras, Agassi, Bruguera, etc. No sólo físico, ¡ojo! es que la precisión de sus golpes tampoco decaía, lo que es más increíble todavía.
Y las mujeres igual, ojo.
De entre todos los extraños casos, nos quedamos con la heroína catalana Arantxa Sánchez Vicario, gestada desde la cuna para ser una estrella, y que acababa aburriendo a sus rivales por su incabable resistencia física. ¿Qué tomaba Arantxa? ¿Alguna pócima de Eufemiano?
Ya que hablamos de las mujeres deportistas, habrá que recordar la temprana muerte de la velocista HIPERMUSCULADA Florence Griffith, las posteriores adicciones a las drogas de unas cuantas tenistas, y la sorprendente colección de lesbianismo en todos los deportes, especialmente el tenis, lo que podría estar causado por la ingesta de hormonas masculinas que les potenciaran la musculación: Navratilova, Conchita Martínez, Gabriela Sabatini, Novotna, Mauresmo, etc, etc. Obviamente, el modelo de la mujer aguerrida, dura, competitiva y masculinizada del mundo del deporte resultaba imprescidible para la «reconstrucción de la femineidad» que los ingenieros de la guerra de sexos habían diseñado. ¡Si, incluso, a finales del siglo XX se llegó a decir que las mujeres alcanzarían las marcas de los hombres! ¡Yo vi estas noticias: con mis propios ojitos! ¡Lo juro! ¿Qué había detrás de esas falsas noticias: obviamente, la guerra de sexos: «vosotras, las mujeres podéis llegar a ser tan fuertes y tan rápidas como ellos». Luego… ¿para qué los queremos? ¡Homosexuality for everyone!
Como queda dicho, unas cuantas atletas de la era comunista se cambiaron de sexo al acabar sus carreras, como hizo el mencionado Robert Millar o está a punto de hacer el hipermusculado jugador de la NBA, Dennis Rodman. Está claro que los músculos (y los éxitos deportivos) pasan factura…
Una vez más: el yin y el yang. Cuando te pasas por un lado, apareces en el el otro…

PD: ¿A nadie le parece sospechoso que los dos clubes vascos (Real Sociedad y Athletic Club de Bilbao, ganaran la liga dos años consecutivos cada uno, JUSTO EN LA ÉPOCA EN LA QUE SE PRODUCÍA EL BOOM DE LOS ATENTADOS DE ETA, 1980-84, empujando el fervor nacionalista?

Recordad, una vez más, «La Naranja mecánica» de Kubrick… ¿Dónde se pasaba más droga de España (junto con Galicia) en aquella época?