Después de la sorpresa de ver semejante bellezón prometida con la camionera Navratilova (claro producto de la hormonación en los deportistas de los países comunistas), la publicación de la vida de la ex miss URSS Julia Lemigova es un auténtico «paradigma» de las tesis que vengo defendiendo.
Resulta que la tal Lemigova se hizo lesbiana justo después de que su amante, el millonario judío amigo de Nicholas Sarkozy, Eduard Stern, muriera repentinamente, y no de cualquier manera si no ¡durante unas prácticas sadomasoquistas extremas!
Pero la cosa no acaba aquí, no, porque la tal Lemigova y el tal Eduard Stern (una suerte de «Christian Grey», por la novela del mismo nombre) perdieron en 1999 un bebé de 5 meses en circunstancias poco claras que la asesina de Eduard Stern, su amante Cecile Brossard, se encargó de contarle a la belleza rusa durante el juicio por la muerte del amante de ambas… ¡Que la muerte de su bebé quizás no fue por casualidad!
Recapitulando: nos encontramos con que el judío Stern, aficionado a prácticas sexuales unidas al satanismo, muy posiblemente sacrificó a su propio bebé como hiciera treinta años antes su hermano de religión Roman Polanski.
Enterarse de ello fue la causa de que la bella Julia tomara fobia a los hombres y, siempre al acecho cual león en la sabana buscando el cervatillo más débil, el movimiento gay hundió sus garras sobre ella, en la persona de la millonaria Martina Navratilova que la ofreció soporte económico (y anímico) en ese trance, a cambio de su homosexualización.
Sin duda que si la prensa francesa profundizara en ese caso acabaríamos en el mismo lugar que las redes pedófilas denunciadas en Bélgica y Holanda.
