Opinión y Noticias Externas — 11 marzo, 2015 at 11:09 am

El sentido del voto, un asunto emocional e irracional: ¿Quieres entender por qué la gente vota a los que les roban?

by

Muchos siguen pensando que la gente vota en función de unos parámetros racionales y, de esa manera, son incapaces de comprender cómo es posible que sigan votando a seres que les roban, que les asesinan, que les desprecian, en definitiva.
La razón por la cual muchos no entienden nada es porque su planteamiento falla de raíz: el sentido del voto es irracional, emocional. En la mayor parte de los casos, el intelecto no participa.
El desconocimiento de la mayor parte de la población sobre la psicología social y el efecto del inconsciente sobre la psique individual es casi absoluto, pero no así por parte de los políticos, para quienes es el «abecé» de su trabajo.
Por eso no escucharéis en sus proclamas y discursos ningún análisis de los problemas y sí, en cambio, proclamas directas y emocionales, diseñadas para conquistar los instintos y emociones más básicas del individuo: la supervivencia y el miedo. El miedo a no sobrevivir y anteponer el sentido de la supervivencia por encima de ese miedo.
En la psique social humana todavía está vivo el instinto de tribu que conduce a unirse frente a un enemigo común. Para eso está la dicotomía «izquierda-derecha». Para eso se inventó. Por eso se revive ese fantasma periódicamente, por un lado y por el otro. Porque saben que la tribu (el inconsciente de ese colectivo) buscará el refugio de su grupo por temor a que vuelva la guerra, la guerra mítica, la guerra del inconsciente, la que opera sin el concurso de nuestra razón.
Por eso es casi imposible convencer a nadie de nada, porque en la mayor parte de las conversaciones o discusiones no opera la razón sino las heridas emocionales frente a las que se levanta una capa de protección que son las propias creencias sobre la que se construye el «Yo»; la estabilidad emocional, el personaje para lidiar en esta jungla.
Hace escasas fechas me di cuenta, de una manera empírica, cómo opera el miedo sobre el inconsciente.
Fue de la manera más sencilla que os podáis imaginar. Visualizando cómo operan en mí mismo los miedos más comunes: la muerte, el futuro, el dinero, etc.
Cuando uno siente miedo, el remedio más sencillo es bloquear la conciencia que «crea» ese miedo a partir de la proyección de una serie de eventos en el tiempo; unos sucesos que están fuera de nuestro control y antes los que nos sentimos desprotegidos.
La mente bloquea la consciencia para paralizar ese miedo («no quiero saber») y de esa manera, perdemos (un poquito de) nuestra conciencia. O un mucho. Según si admitamos un poco o mucho de la pérdida de esa consciencia, nos iremos haciendo más y más emocionales, más irracionales, más manipulables.
Esa, y no otra, es la razón por la que contemplamos una omnipresencia del miedo en la «cultura moderna»: películas, realities show, noticias y series de televisión giran alrededor del miedo para que la gente no llegue a pensar, no llegue a darse cuenta de lo que sucede.
Para que voten irracionalmente. Por eso mucha gente vota a quien le roba. Por miedo. Por un miedo atávico, generacional, a la Libertad.
Por eso, todo aquel nuevo partido político que quiera conquistar a estos votantes dañados emocionalmente deberían construir su discurso, primero de todo, destinado a recuperar su dignidad y reparar sus emociones heridas, con cariño, llegando a sus corazones por encima de todo.
Porque únicamente desde el corazón y la comprensión de sus miedos («Sé que tenéis miedo a que os engañen otra vez», «sé que muchos preferís lo malo conocido que lo bueno por conocer») es como se podrá abrir esa lata oxidada durante siglos que es el miedo a la Libertad del Ser Humano.
Por pura lógica, y si más de un tercio de la población vota por temor a la llegada de su enemigo, las proclamas de venganza y de resucitar viejos fantasmas y viejas guerras son lo menos indicado para conquistar nuevos públicos.
Que cada cual se dé por aludido en lo que le toca.