Opinión y Noticias Externas — 17 abril, 2015 at 12:55 pm

Vivimos en la sociedad de la presión: genera incomunicación y origina todas las neurosis

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La palabra castellana «estrés» es una adaptación de la inglesa «stress», que a su vez significa «presión». ¿Lo sabías?
De tanto utilizarla, «estrés» ha adquirido una connotación diferente, genuina, pero en esencia el «estrés» no es más que eso, presión.
La presión es lo que nos impide fluir, lo que desarregla nuestro sistema digestivo y bloquea el respiratorio y, por tanto, el origen de la mayoría de nuestros desarreglos. La presión hace que no hagamos las cosas al ritmo natural, de manera que las hacemos a destiempo y, como consecuencia, presionamos a otros en nuestras comunicaciones.
La presión es una enfermedad contagiosa: el infernal ritmo al que vivimos.
La presión está implícita en la regla número 1 de nuestra economía: la productividad, que no es ni más ni menos que hacer más cosas en menos tiempo. Fijaos en que toda nuestra sociedad se funda sobre una máxima que nos hace mal a todos porque, como he demostrado, la persona presionada, presiona a su vez a los demás: el jefe presiona porque a su vez su jefe le presiona a él. Presión es la máxima del deporte de competición y de las películas que vemos todos los días en las que los actores principales están sometidos a una trama que tiene como argumento central, tomar decisiones rápidas dentro de una situación en la que soportan tensión.
Así pues, cuando ves películas o deporte por la tele estás «ingiriendo» presión; te estás «preparando psicológicamente» para ver qué harías tú en una situación similar. Cuando salgas de ver esa película, tu mente reproducirá inconscientemente la trama de la película pero contigo de protagonista, como «héroe», y acabarás reproduciendo esas situaciones en tu vida habitual… y amorosa.
Pero no sólo en el ambiente laboral o en el ocio estás «chupando» presión.
Aunque se oculte repetidamente, una buena parte de nuestra psicología y nuestras emociones están contaminadas por la psicología social del lugar donde vives, y la prueba está en que, en cuanto vuelves de un viaje en el que has estado relajado, instantáneamente te sumas al ritmo de la ciudad en la que vives. Por más que te digas una y otra vez que vas a continuar «así», a las pocas horas de llegar ya te «adaptas».
Y esto es así, lo queramos o no, porque somos «manada»; es decir, que formamos parte de una colectividad, exactamente igual que los elefantes, los ñus o las cebras. Aunque tratamos de diferenciarnos a través de la ropa, al mismo tiempo queremos ser queridos y estar integrados en el grupo, de manera que silenciamos nuestras verdaderas opiniones para no estar «fuera» o ser discriminados.
Porque somos seres sociales. Y eso los Ingenieros sociales que manejan esta granja lo saben perfectamente. Para eso están los medios de desinformación, claro está, para manejar la mente colectiva, que a su vez influye sobre la psicología individual.
El ser humano quiere sentirse parte del grupo, y por eso acude a las fiestas locales y religiosas o los encuentros deportivos de su equipo de fútbol, y se afilia a partidos políticos, ONGS, y asociaciones. Porque necesita ser parte de algo, de un colectivo. Y esto hay que aceptarlo porque la comunicación y sentirse querido es una necesidad fundamental del ser humano.
Cuando el ser humano no se comunica, necesita crearse una fantasía narcisista o pensamiento recurrente para generarle energía en su vivir diario, para ayudarle a sobrevivir en un ambiente que -al no comunicarse- se le asemeja a una jungla… porque en realidad lo es. La sociedad de la productividad es una sociedad depredadora, en la que todos tratan de comerse a los demás para conseguir trabajo o dinero y en la que, por tanto, todos ven al otro como un potencial enemigo.
En esas condiciones, claro está, el ser humano no se comunica porque elige pertenecer a cualquier tipo de secta (TV, periódico de izquierdas o derechas, equipo de fútbol, ONG, partido político, religión, tribu urbana, etc, etc) donde se le mete en una realidad paralela, de manera que ya no puede comunicarse con el resto porque vive en las creencias limitadoras (y que enfrentan) de ese particular grupo. Vive en una realidad, y el enemigo, en otra. Por eso no se pueden poner de acuerdo: porque sus ideologías y creencias son más importantes para él que la Verdad. En la Verdad no hay batalla porque es la Realidad de todos.
El ser humano incomunicado es el origen de todas las neurosis del mundo moderno: comenzando por las adicciones (recurre a ellas para evitar el pensamiento de exclusión de la sociedad), esquizofrenias, fobias (al sexo opuesto, por ejemplo), bulimias, anorexias, depresiones… etc, etc, etc. En todos esos casos, la mente se inventa un «álter ego» que se alimenta de un pensamiento recurrente o adicción para protegerse del entorno y al final el álter ego acaba haciéndose con el control de la «nave»; del yo.
Y por supuesto, ese «álter ego» artificial se dedicará a depredar a los demás como consecuencia de no haber podido desarrollar su verdadero ser y porque tiene envidia de los que sí han podido (o que él cree que han podido).
La soledad produce grandes depredadores. No tenéis más que mirar a la Naturaleza para comprobar que la mayor parte de los grandes felinos son solitarios (salvo el león, curiosamente, que es social); el tigre, el leopardo, el puma, el jaguar, el guepardo… Y por cierto, estos grandes felinos solitarios son muy sexuales. Una vez leí que los grandes tigres, solitarios ellos, cuando entran en celo son los animales más sexuales de la tierra. ¿Será eso mismo lo que le está pasando actualmente al ser humano? ¿Es la adicción al sexo un antídoto contra la soledad de tantas personas?
PD: Fijaos si son retorcidos y malos los ingenieros sociales que programan la granja humana que anunciaron la era de la presión (el estrés) con un jingle, con una canción. Lo dijeron en el año 1983 tan claramente con esta canción de uno de esos grupos de una sola canción, «Paquito se va a Hollywood»: «rélax, no lo hagas, cuando quieres ir a por ello, cuando quieres venir…». Está anticipando la era de los yuppies y del estrés, del éxito a cualquier precio.