Me resultó muy curioso que a los pocos días de que Grecia firmara su tercera sentencia de muerte (perdón, «rescate» le llaman), comenzaron a llegar pateras de africanos a sus costas; fue como si, al firmar ese acuerdo con La Troika, les hubieran exigido abrir sus fronteras a la llegada de más pobres con los que compartir su pobreza.
Unas semanas después, nos estremecen con la cruel muerte por asfixia de 70 africanos que viajaban en un camión; unos asesinatos que nos generan muchas dudas pero que, para empezar, «atacan» a nuestros buenos sentimientos como seres humanos y nos hace sentir «malos» por la insolidaridad con estas pobres gentes, que han muerto de forma tan inhumana.
Hasta aquí el «guión» aparente.
Lo que ha ocurrido en los días posteriores a la tragedia es que se ha levantado una campaña contra el gobierno de Hungría que, CURIOSAMENTE, se está planteando no solo salir de la Unión Europea sino que es el primero que ha plantado cara a la mafia sionista.
¡Ajajá!
Así que, no sólo entendemos el porqué de este cruel asesinato sino quién lo ha provocado y, de rebote, comprendemos quiénes son esas mafias que trafican con seres humanos para llevarlos a Europa; ni más ni menos que los mismos que traficaron hace siglos con esclavos negros a África (como está reconocido por los propios historiadores judíos).
En efecto: la mafia judía.
Gracias a ello, podemos entender lo que ha sido toda esta paranoia con las pateras que llegaban a Europa, como una maniobra de desestabilización organizada por la propia Unión Europea para que sus poblaciones no contestaran apropiadamente a las políticas de destrucción de los derechos laborales y la propia esquilmación de las empresas públicas de los propios países.
Los inmigrantes no protestan porque no tienen papeles, entre otras cosas.
Lo llaman Plan Kalergi.