Una circular interna emitida el pasado 8 de septiembre por el servicio «NOTAM», adscrito al Ministerio de Defensa norteamericano, advertía a sus aeronaves y las británicas no sobrevolar la península del Sinaí a una altitud inferior a 25.000 pies, de manera que ambos países sabían que se podía cometer el derribo de un avión en el área, lo que prueba que están implicados.
Los servicios secretos rusos -con la ayuda de una parte de sus homólogos norteamericanos- han determinado que la información provenía a su vez de una estación norteamericano en la capital de Yemen, Sana, donde se encontró sofisticado material de radar y telecomunicaciones. Apenas tres horas después del atentado, los servicios secretos rusos detuvieron a dos individuos norteamericanos relacionados con este equipo, que arguyeron «trabajar para las Naciones Unidas».
Tras reconocer el gobierno Obama que sus satélites detectaron el lanzamiento de un misil sobre el avión ruso, el gobierno ruso ha catalogado el suceso como de «evento político», lo cual quiere decir que se preparan para responder militarmente a esta agresión en principio responsabilidad del Estado Islámico y, por ello, han dispuesto que sus servicios de seguridad se dispongan en «alerta nuclear, bacteriológica y química», recopilando el equipamiento necesario para hacer frente a cualquiera de estas amenazas.
Creo que no hace falta que recalque más la enorme gravedad de la situación. Para colmo, otro avión ruso ha sido derribado en Sudán.