Como decía hace sólo dos días, los acontecimientos se están acelerando de una manera tremenda y Turquía es el foco actual de todo lo malo que pasa en el Planeta. Si la semana pasada, el presidente Erdogan protagonizaban una patética exhibición de ingeniería social al escenificar la salvación de un suicida en Estambul, ahora (según Sorcha Faal) se dispone a autoproclamarse «califa del islam» en su viaje a Arabia para formar la coalición wahabita que dice luchar contra el terrorismo y en realidad ES EL PROPIO TERRORISIMO. Con ese movimiento «espiritual» pretende conseguir la unidad de los sunitas y así convertir su injerencia en Irak y Siria con el fin de recrear el imperio otomano en una guerra religiosa que implique a la OTAN y desemboque en la III guerra mundial.
Al parecer, el tutor espiritual de Erdogan (el imam Hayrettin Karaman) habría emitido una «fatwa» que justificaría el establecimiento de una nueva constitución proclamando la ley islámica y que convertiría a Erdogan en un nuevo califa, autorizándole a realizar asesinatos de líderes y periodistas opositores al régimen.
Dado que Turquía es miembro de la OTAN, la situación es de tal gravedad que al vicepresidente USA Biden se le escapó el otro día que la mayor amenaza para la estabilidad mundial es su propio aliado, el país otomano. Posteriormente, a instancias de Obama, tuvo que rectificar esta afirmación.
Todo ello mientras las fuerzas kurdas han retomado el control de una gigantesca presa en la localidad de Tishrin, que han amenazado con volar los terroristas dirigidos por Turquía (quien ansía esa zona) y podría provocar una catástrofe de cientos de miles de personas, ya que los kurdos son la principal amenaza, junto a Al Assad, para sus sueños imperiales.
Me quedo con la duda de si proclamarse «califa del islam», en la situación profética en la que nos encontramos, no equivale, de hecho, a autoproclamarse El Mahdi. Sin duda lo conoceremos en breve.
