Media — 15 febrero, 2016 at 9:23 am

La trampa del concepto de «identidad de género»

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Llegué a ello el otro día, en este proceso de descodificación de los actos terroristas cometidos por la Escuela de Frankfurt, Foucault y Derrida contra nuestra comunicación; nuestro lenguaje. ¿Dónde reside la trampa de la expresión «identidad de género»?
En una primera búsqueda en mi viejo dicccionario, me encontré con la noción de identidad ligada lógicamente al individuo, pues identidad es una cualidad de «idéntico» y no hay nadie más idéntico a uno, que uno mismo.
El problema es que, como sabéis, los manipuladores de la realidad están manipulando hasta el diccionario, y en las nuevas revisiones del diccionario se han inventado una noción de la identidad… colectiva.
¿Adivináis por qué? ¡Claro, para colarnos esta «identidad de género»!
Evidentemente, han tenido que cambiar la noción de identidad porque, en sí mismo, el concepto «identidad de género» es un absurdo puesto que la identidad es individual y el género, colectivo.
Si cambiáis el complemento del sustantivo por el adjetivo lo veréis más claro: «identidad génerica» es un absurdo tan grande como «muchedumbre solitaria», puesto que son dos palabras antitéticas; la masa, por el hecho de ser una masa de gente, no puede ser solitaria y la identidad no puede ser colectiva.*
Así pues, modificad las expresiones «violencia de género» y «política de género» por su adjetivo y veréis el absurdo que producen: «violencia genérica» (violencia general) o «política genérica» (política general).*

Nadie tiene una identidad de género masculina o femenina por la sencilla razón de que nadie que esté en su sano juicio se plantea el hecho de ser varón o mujer, lo eres y ya está: sólo una persona que está viviendo un trauma en su relación con el sexo complementario se cuestiona un hecho que es su propia naturaleza. Es decir, aquel que se plantea su «identidad de género» en realidad lo que hace es entrar en la espiral de la locura, buscando una identidad dentro de un grupo artificialmente creado, o lo que es lo mismo, perdiendo su identidad individual natural en favor de un programa MK Ultra perpetrado a partir del trauma de la guerra de sexos.
Para lo que está esta perversa locución «identidad de género» es para causar disonancias cognitivas y partición de la personalidad, logrando quebrar la identidad (precisamente) del individuo, adscribiéndola a una secta, a un colectivo donde será esclavo de la ideología que le pervirtió: magia negra, en definitiva.
Magia del lenguaje.
En otras palabras: aquel que utiliza o se cuestiona su «identidad de género», en realidad tiene un problema de identidad porque el uso esa locución, en sí mismo, es patológico, insano, perverso, esquizofrénico.
PD. El próximo miércoles, en la tertulia del café Manuela, de Malasaña, hablaremos, precisamente, sobre la identidad.
*Alguien me podrá objetar que existe una identidad madridista, o heavy, o incluso española o catalana, que para algunos serían identidades colectivas.
Mi respuesta es que estos son sentimientos de pertenencia a un grupo, sentimientos tribales, no identidades: imagínate que en tu Documento Nacional de Identidad, en lugar de tu número intransferible apareciera un número perteneciente a un colectivo (como la masonería): «¡no, no, yo no soy responsable de mis actos: habla con el maestre de la logia!».
La identidad implica la responsabilidad por los actos individuales: ésa es la clave de la identidad, precisamente. Nadie más que uno mismo ha hecho «eso».
*Una manera de deshacer este hechizo de la guerra de sexos sería hacer pintadas que contuvieran las expresiones «política genérica» o «violencia genérica» e, incluso, comenzar a usar estas locuciones en lugar de «política de género» o «violencia de género»: la gente se daría cuenta del timo.