Todo es MUY raro. Si recordáis la crítica a la última película de los Hermanos (judíos) Cohen que hice el otro día, hay en esta «Salve César» un auténtico striptease judío, en el que reconocen -poco subliminalmente- cómo controlan Hollywood, y cómo, al final, el senador McCarthy tenía razón con su caza de brujas.
El asunto es que llegó Woody Allen a Cannes (y tras ser acusado de pederastia por su hijastro Rowan) nos enteramos de qué va su nueva comedia… judía (pues así la describe el Confidencial, de lejos, el mejor periódico español de la actualidad).
Leeos la crónica relajadamente pero, básicamente, es un joven judío que se va de Nueva York a Hollywood para pedirle trabajo a su tío (también judío) que es uno de los mandamases en la industria del cine, donde se encuentra con una actriz que se prostituye, pero luego, decepcionado por el ambiente californiano, regresa a Nueva York, donde su hermano mayor es un gángster sanguinario.
No es difícil ver en esta película el recorrido que el propio Allen realizó, pues sus primeras comedias se rodaron en Hollywood (ayudado por el lobby judío, como reconoce en ésta) y después regresó a Nueva York, donde el lobby judío nuevamente le ayudó a colocarse donde ahora está.
Recordemos el personaje del gángster judío con remordimientos en Delitos y Faltas (el amante de Angelica Huston que la mata).