Espiritualidad, Vida Galáctica — 7 octubre, 2016 at 9:33 am

Un fenómeno Polstergeist que me acaba de suceder

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Como todas las mañanas, me he hecho mi café en la cafetera y me he dispuesto a calentarme la leche correspondiente con el cacito pequeño, pero no hoy no lo encontraba.
Recordaba que el día anterior lo había utilizado para hacer arroz y que había quedado un poco para la noche pero al final no me lo comí, y -creo- lo lavé.
Digo que «creo» porque esta mañana me he puesto a buscarlo en la balda del armario donde suele estar y solo estaba el cacerolo grande. Tenía un montón de platos sin lavar y esperaba encontrarlo ahí, debajo o metido dentro de otro, pero nada, o tal vez en el escurreplatos (también había una buena cantidad de cazuelas sin colocar). Pero nada.
He mirado dentro de la nevera por si me hubiera imaginado que lo hubiera lavado pero en realidad no lo hubiera hecho, pero nada.
Total, que he decidido calentarme la leche con otra cazuela más grande, ¡que tampoco pasa nada! (aunque, obviamente, ESA NO ERA LA CAZUELA PARA CALENTAR LA LECHE).
He leído la prensa, publicado alguna cosilla, practicado yoga, me he duchado y, como necesitaba inspiración para el artículo sobre el movimiento animalista que veréis más abajo, he decidido regalarme un segundo desayuno con churros incluidos. (Por el camino, he fotografiado esta pegatina en una adorable sincronía).
Cuando vuelvo a casa, ya inspirado, decido lavar el resto de cacharros que me faltaban, sabiendo que me voy a encontrar el reseñado cacito pequeño.
Pero no. No está.
Vuelvo a mirar en el armario, vuelvo a mirar en la nevera, rebusco en todos los armarios y no está.
«El misterio del cacito de leche desaparecido»: me quedo pensando si llamar a Iker Jiménez, pero decido que, ya que tengo una página web, puedo yo mismo escribir un artículo sobre los objetos que desaparecen de la casa, algo que me ha pasado bastantes veces, aunque no es una cosa frecuente sino especial (al igual que las bombillas que se me funden consecutivamente y los electrodomésticos que se estropean en cadena).
¿Existe algún patrón para que esas ocurran?
No hay duda: coinciden cuando tengo algún sentimiento de rabia o injusticia respecto a algo que me ha sucedido. Algún proceso interior que afecta a las cosas de mi alrededor.
Ayer justamente viví un estado de ese tipo. Luego el patrón coincide.
Decido escribir un artículo sobre el tema y, ya relajado, colocar los cacharros ya secos en su balda correspondiente.
Abro la puerta del armario y ahí está: el cacito pequeño, junto a la cacerola grande, en el lugar donde sólo hace unos minutos había un clamoroso vacío.
Señor Iker Jiménez: ya tiene usted un tema para su próximo programa (¡que sé que me lees aunque no lo digas: pillín!).
PD: Nada más escribir el artículo y publicarlo en facebook, me escribe un lector mexicano comentándome que esos son los «alushes»; los duendes de la cultura maya que te esconden las llaves.