A muchos les gustaría que la realidad se pudiera arreglar con un brochazo, pero hoy día el Mal se ha infiltrado en tantas esferas de la vida que sólo con un pincel vamos a poder arreglarlo. Por eso debéis huir de las personas que «solucionen» el enigma Trump tanto a favor como en contra de una vez. Hay que analizarlo con detenimiento y mesura, entre otras cosas, porque el poder satánico todavía detenta muchas áreas, y desmontarlo va a llevar su tiempo (aunque uno tenga buenas intenciones).
Por tanto, lo primero que hay que hacer para analizar lo que puede pasar con Trump en el poder es de qué gente se rodea. En las «quinielas» que estoy leyendo hay motivo de preocupación porque aparecen nombres como Gingrich, Bolton y sobre todo Giuliani, que dan auténtico miedo. Los dos últimos en particular forman parte del equipo de los neocons y podrían echar al traste cualquier -genuina- voluntad regeneradora por parte del magnate.
En campaña, Trump habló con claridad del 11-S, la Reserva Federal y hasta de las vacunas, pero ahora llega el momento de la decisión: de atreverse a dar esos pasos. Y aquí es donde hay que hilar fino: ¿cómo y cuándo ha de proceder a meter el bisturí sobre la secta satánica del llamado «Estado Profundo» o «Gobierno invisible»? Os recomiendo el juego de rol: piensa que tú eres Donald Trump.
Sabiendo como sabemos que Soros le quiere montar una «revolución de colores», parece lógico que Trump no sólo no enseñe sus bazas en estos dos meses que faltan hasta que ejerza como presidente (investidura, en enero) sino que -si fuera él- yo esperaría unos meses para «entrar con el hacha a cortar cabezas» hasta que sus beneficiosas medidas para la economía le hagan ganarse a la Opinión Pública, no sólo nacional sino internacional. (Que ya está empezando a cambiar, por cierto).
Lo cual no quita, obviamente, que si coloca a esta gentuza en los vitales puestos de secretario de estado, jefe del Tesoro y Fiscal General, tengamos un motivo serio de preocupación, porque sería señal de que ha sido cooptado por la élite y no se va a producir la regeneración que todos esperamos.
La buena noticia es que tenemos un aliado que no va a dejar de ejercer una presión sobre Trump (y todo su equipo): Alex Jones, el verdadero responsable de la revolución que acaba de comenzar en Estados Unidos. En los vídeos que estoy viendo estos últimos días, Alex no deja de recordar a Trump que esta batalla no ha hecho más que comenzar y señala con el dedo a todos esos «ministrables» que forman parte de la élite corrupta. Y Trump escucha lo que Alex Jones dice, hasta el punto que agradeció a los «infoguerreros» su aportación. Sin Alex, él no hubiera ganado.
Dicho esto, Trump sabe prácticamente todo lo que sabemos, pero también conoce el tremendo daño que el aparato del gobierno profundo puede causar todavía (¿os fijasteis en la ola de terremotos del pasado fin de semana?). Que cuenta con fuertes apoyos entre parte de los funcionarios de seguridad y de lo militar es también evidente, porque si no, las elecciones hubieran sido amañadas en favor de Hillary.
Habrá que estar atentos, por tanto, a ver a quién coloca al frente de la CIA, del Tesoro y de la secretaría de estado (relaciones exteriores). Dependiendo de a quién coloque, podremos fiarnos de él, o no.
Y ahora, vayamos a las buenas noticias.
En cuanto Trump coloque a sus nuevos embajadores y un benéfico jefe de la CIA, la situación en Latinoamérica cambiará radicalmente, y los instigadores de los golpes en Venezuela, Bolivia o Brasil dejarán de tener cobertura. Podemos esperar que en Brasil reingresen a Dilma en el poder (o que llegue Lula) y que en Méjico el narco comience una segura cuesta abajo en cuanto Trump ponga orden en la CIA y la DEA. El mismo año que viene, los hispanoamericanos podrían empezar a notar una disminución de todas esas tensiones y una mejora en su comercio, en cuanto la Reserva Federal deje de especular con sus monedas.
El excéntrico magnate ya ha dicho que va a colaborar con Rusia en Siria, y eso supone que al Estado Islámico «le quedan dos telediarios», no sólo en esa región, sino también en Irak, Afganistán, Nigeria, Sudán, Malí o Libia. Si a ello le añadimos que comenzarán a fluir los proyectos de infraestructuras del BRICS a esas regiones, el flujo migratorio a Europa se detendrá y, de resultas de ello, el terrorismo islámico también decrecerá el año que viene. La paz está en camino.
Trump ha dejado claro que el Estado no debe insmiscuirse en los asuntos de la familia, lo cual es como decir que la política de género tiene, también, sus días contados. Si el BRICS ha tomado el control del Banco Mundial y Estados Unidos apoya a la familia, eso supone que las organizaciones feministas se van a quedar sin oxígeno, y comienzan, desde ya, su camino hacia la desaparición. La desaparición de la más funesta paranoia que haya padecido la humanidad ha comenzado.
En principio, el movimiento gay debería seguir el mismo camino, pero dada la profundidad de su infiltración en la sociedad, creo que tardará más años en ser erradicado, aunque es evidente que sin apoyo económico de la élite y sin la posibilidad de hacer propaganda en las escuelas, su posibilidad de corrupción decrece considerablemente.
Pero la victoria de Trump tiene otras consecuencias, pues el año que viene hay elecciones en Francia y Alemania; los dos países más importantes de la Unión Europea, donde los «antiglobalización» (de derechas) tienen bastantes posibilidades de revertir la situación. Con el apoyo de Trump, la victoria de Marine Le Pen me parece bastante segura (a menos que haya tongo). Aunque la situación en Alemania es más compleja, podemos esperar un auge de estos partidos antiglobalización que hagan que el próximo gobierno alemán sea claramente «prorruso». En Bulgaria, este mismo fin de semana ha caído otro gobierno «proUE» y ha sido sustituido por otro más afín a Putin.
¿Y del reseteo qué?, diréis.
Con Trump, en principio, ya no hay obstáculo alguno (salvo Francia, quizás) y pronto deberíamos ver la burbuja de la deuda reventada. Si acaso, la vena patriótica de Trump que no quiere doblegarse ante el empuje de China, pero ahí está Putin para arreglar la situación (con quien Trump tiene unas óptimas relaciones).
Conclusión: hay que seguir alerta, pero por lo menos tenemos una esperanza.
Los próximos meses van a ser tan emocionantes como ya los son éstos.