Esta semana Benjamin Netanyahu visitó a Putin en Moscú por tercera vez en pocas semanas. Mientras tanto, una delegación judía visitaba Washington para presionar (en ambos casos) en contra del papel iraní en Siria.
La respuesta de ambos interlocutores ha sido la misma, y es histórica: ninguna de las dos superpotencias acepta las presiones del lobby judío y eso no se debe deber a otra cosa más que que su sistema monetario ya no manda sobre el mundo.
En pocos meses deberíamos ver la confirmación, pero lo que es seguro es que Irán ya tiene sus ojos pegados sobre Jerusalén.
Ah: los atentados terroristas en Europa de las últimas semanas han formado parte de la misma «negociación». Es decir, la forma de presionar del lobby judío para que se les proteja de la ira chiíta.
