Espiritualidad — 7 diciembre, 2017 at 5:14 pm

El concepto freudiano del «Ego»: la mayor estafa intelectual de la Historia

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Imagina que quisieras dañar al Ser Humano y hacerle creer que es malo; que su esencia es dañina. ¿Qué tal si tomáramos una palabra cuyo significado la mayor parte de la gente desconoce y que identificáramos con ese «nuevo concepto» a los tradicionales pecados pero asumiendo que son características del Ser; del Yo?
Eso fue lo que hizo el psicópata de Sigmund Freud al sacarse de la manga que el «Yo» en griego («Ego» no es más que la forma griega de denominar al Yo) representaba la encarnación de todos los males, logrando que a partir de ese momento los humanos pensaran que la inviolabilidad de su ser, y su talento y su inteligencia, eran algo malo. De ahí se han derivado muchos de los despropósitos de la psicología esotérica que tanto daño han hecho a la dignidad humana. Una locura que produjo que un lector alcanzara el paroxismo al afirmar esto por Facebook: «El yo es un conjunto de defectos y errores psicológicos que nos condicionan y distorsionan la percepción de la realidad». ¡Toma ya! El delirio completo. ¡Y eso te lo dice una persona que, al tiempo, intenta convencerte de que lleva razón! ¡No cree en sí misma pero pretende que su opinión es válida!
La salud mental de una persona reside en el equilibrio de su Yo. El Yo no es malo, como nos hizo creer el degenerado Sigmund Freud a través de esa suerte de fantasma que es su maléfico “Ego”: es un Yo sobredimensionado (egoico, egoísta) o minusvalorado (deprimido, sin autoestima, desvalorizado) lo que constituye el problema, que acabará afectando al entorno del paciente y, por lo tanto, a su relación con los demás, que es la base de la locura. El concepto del «Ego» hoy tan utilizado es, por tanto, un FANTASMA, y la gente que combate su «ego», en realidad se combate a sí misma.
Conclusión: los cabalistas judíos idearon con el concepto del «Ego» el colmo de la perversión intelectual al conseguir hacer creer a los cristianos que eran malos de nacimiento, de manera que no fueran capaces de distinguir el Bien del Mal y con ello caer, precisamente, en la trampa de la dualidad izquierda-derecha. Una persona incapaz de reconocer al Bien y distinguirlo del Mal solo puede funcionar por medio de la negación; no apoyo «esto» porque esté bien sino por llevar la contraria a esto otro que según me cuentan los medios, es lo incorrecto. El «abecé» de la democracia de los partidos que nos ha dejado en un eterno «día de la marmota» durante siglo y medio.
El Ego, la más siniestra jugada de los cabalistas.