Anteayer, cuando Trump salía del hemiciclo tras dar su discurso del estado de la nación, un diputado le preguntó si iba a publicar el informe del FBI sobre las escuchas a Trump ordenadas… por el propio FBI (durante la campaña). La respuesta del presidente fue contundente: «100% seguro». Unas horas después, un tren en el que viajaban diputados republicanos chocó contra un camión de la basura, causando heridos… ¿Un aviso?
Tenemos pues que en cualquier momento se puede publicar este documento que evidencia que la candidata a la Casa Blanca apoyada unánimemente por la prensa mundial (la buena Hillary) era en realidad la villana y el malo (el machista Trump) fue la víctima de una conspiración para impedir que alcanzara ese puesto, el puesto que finalmente consiguió.
Está claro que con esa publicación se va a abrir una crisis de dimensiones estatales en los Estados Unidos -por la participación del Ministerio de Justicia, el FBI y la mismísima Casa Blanca, que autorizó esas escuchas basadas en un informe fabricado- pero aquí me interesa recalcar cómo el sistema de información conocido como «Prensa» que es la base justificativa del Sistema conocido como «Democracia» quedará herido de muerte tras la publicación del citado informe.
Hay que recordar que durante el año 2016, los medios de comunicación mundiales generaron una histeria colectiva en contra del personaje Donald Trump, asociando su presidencia al Apocalipsis, mientras que un año después su país no sólo ha salido de la crisis sino que todas las capas sociales han mejorado sustancialmente su nivel de vida, comenzando por el empleo. ¿En qué queda su credibilidad? ¿Qué confianza va a tener el público «tradicional» en unos periódicos, emisoras de radio y televisión que fallaron tan estrepitosamente?
Con ser esto gravísimo, lo peor llega, sin duda, con las evidencias de que todo lo que contaron sobre la supuesta trama rusa de Trump fueron mentiras encargadas por la «buena de la película»: Miss Hillary Clinton, con lo que la situación de la prensa mundial se parece muchísimo a un callejón sin salida. ¿Y ahora qué decimos? ¿Lo ocultamos? (Imposible: lo va a publicar el mismísimo presidente de los Estados Unidos).
Lo tenemos que contar, vale: ¿qué cara se les quedará a los -poquísimos- que todavía siguen comprando los diarios en papel? ¿Con qué cara saldrán las guapísimas presentadoras de televisión a contar al público que Hillary, en realidad, era la mala del cuento?
Y lo peor no es esto, claro. Lo peor es que la publicación del informe sobre las escuchas a Trump es sólo el principio de un vendaval de escándalos que van a barrer al partido demócrata de la faz de la Tierra, y que acabarán llegando a Europa a través de las conexiones de las redes pedófilas.
No sé si alguien le ve alguna salida, pero yo no. Quizás porque el sistema de información ha entrado en barrena, otras organizaciones que dicen ser portadoras de la verdad oficial empiezan a colocarse la venda antes de que sangre la herida: el colegio de médicos, por ejemplo. Porque el desmoronamiento de la verdad oficial es un fenómeno que acabará afectando a todas esas organizaciones, obviamente: si la gente ya no puede confiar en la prensa, deja de creer en la verdad oficial.