España — 20 mayo, 2018 at 9:23 am

Irene y Pablo, hipotecados ante el independentismo catalán

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https://www.eldiestro.es/2018/05/las-criticas-en-el-foro-plaza-podemos-hacia-pablo-iglesias-e-irene-montero-y-los-mejores-memes/chalet-de-pablo-iglesias-e-irene-montero-idealista/De todas las cosas que se están diciendo sobre la polémica acerca de «el pisito» de Pablo Iglesias e Irene Montero, la más importante es, sin lugar a dudas, el nombre del acreedor de la hipoteca: el presidente de esa misteriosa Caja de Ingenieros es el vicepresidente de Ómnium Cultural, o sea, los independentistas catalanes.
Señala con mucho tino Javier Ayuso en El País que a nadie con un contrato temporal le conceden una hipoteca tan monstruosa como la que han recibido los monarcas de Podemos y dice bien, pero el que quien se lo concede es un líder de aquellos que quieren dividir España ha de mover a más suspicacias porque, como todo el mundo sabe, el prestamista condiciona al prestatario. ¿Podrá condicionar la postura de Pablo e Irene (es decir, Podemos) frente al independentismo catalán el que ambos hayan contraído una hipoteca con sus banqueros? ¿Habrán tenido más «manga ancha» con ellos, esperando que, a cambio, mantengan su postura afín a los intereses rupturistas? ¿Esperan que su hipoteca se cancele si Cataluña se hace independiente?
Son muchas dudas las que esta «boda» entre la izquierda radical española y el independentismo catalán genera y las que los votantes de Podemos han de considerar ante el órdago lanzado por el rey y la reina de un partido que supuestamente no creía en jerarquías ni liderazgos y se ha convertido en una monarquía… republicana.
Iglesias es Stalin y se pasa la ética proletaria con la que convenció a los que ya no creían en la política por el forro…
Ahora hace falta saber si las bases de Podemos vuelven a agachar la cabeza ante el órdago de su líder: si lo hacen, la poca credibilidad que les queda (a la militancia) habrá quedado borrada. El partido que nació contra las hipotecas basura, se habrá hipotecado con aquellos que, precisamente, les quieren destruir como pueblo.
Difícil dilema. La maldición del demagogo es que sus propias exageraciones acaban convirtiéndose en su propia destrucción.