Política actual, Salud — 9 febrero, 2022 at 8:22 am

Un psicólogo del Instituto de Salud británico revela quién gestó las técnicas MK Ultra para manipular a la población con la falsa Pandemia y enfrentar a los obedientes con los libertarios

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Este artículo que reconoce que los psicólogos sociales han implementado a través de los medios de comunicación un programa de lavado de cerebro (MK Ultra) sobre la población aparece en un medio oficial británico. Si sabes inglés, lee el artículo original (envío un resumen que me ha llegado) porque no tiene desperdicio: está explicando quién y cómo se ha hecho el programa de control mental que ha propiciado esta locura. Por su importancia, traduzco a continuación a partir de un documento inicial que me llegó.

Los mensajes poco éticos de Covid en Gran Bretaña nunca deben repetirse – por Gary Sidley, psicólogo del Instituto de Salud británico.
«Las consecuencias de esta campaña sin precedentes dirigida por el estado sin precedentes han sido visibles en todas partes: desde la anciana en la calle, paralizada por el miedo a ser contagiada por otro ser humano, la que se cambia de acera para evitar cruzarse con alguien que camina en sentido contrario, hasta el vecino que se cubre por completo la cara y va con guantes de plástico para llevar la basura hasta el contenedor.
Este tipo de incidentes son el producto de una campaña intensiva de mensajes, diseñada por los científicos del comportamiento del gobierno, para «empujarnos» a cumplir con las restricciones de Covid-19 y el posterior lanzamiento de la vacuna.
El despliegue de la ciencia del comportamiento como medio para inducir a las personas a adoptar lo que el estado considera que son las acciones ‘correctas’ cobró impulso con la llegada del ‘Behavioural Insight Team’ (BIT) en 2010. Desde sus humildes comienzos como un grupo de siete personas, una unidad que trabaja con el gobierno del Reino Unido, BIT se ha expandido rápidamente para convertirse en una ‘compañía de propósito social’ que opera en muchos países del mundo.
Las consecuencias de esta campaña sin precedentes dirigida por el estado han sido visibles en todas partes.
A lo largo de la crisis de Covid-19, varios miembros de BIT, junto con otros psicólogos con experiencia en ‘empujones’, han sido una parte integral del Scientific Pandemic Insights Group on Behavior (SPI-B), un subgrupo de sabios encargados de asesorar al gobierno sobre cómo maximizar el impacto de su estrategia de comunicaciones pandémicas. La experiencia en ciencias del comportamiento también se implementa en muchas otras áreas del gobierno.
Los seres humanos pasan el 99 por ciento de su tiempo en piloto automático, tomando decisiones momento a momento sin reflexión consciente. Aunque esto es cognitivamente eficiente, también nos deja vulnerables a los «empujones» de la ciencia del comportamiento que pueden dar forma a nuestras acciones sin que lo sepamos. Los científicos del comportamiento tienen una variedad de técnicas a su disposición (como se describe en el informe de ‘Mindspace’, Espacio Mental, de la Oficina del Gabinete y el Instituto para el Gobierno publicado en 2010) y muchas de ellas se han utilizado en la campaña de mensajes de Covid-19.
Pero tres intervenciones particulares durante la pandemia plantean importantes preocupaciones éticas: incremento del miedo, equiparar el cumplimiento de las normas con la virtud y alentar la presión del grupo para que el rebelde siga las normas. El uso de estas estrategias psicológicas encubiertas infringe los principios éticos básicos de la práctica psicológica».
Se puede argumentar que una sociedad civilizada no debe ser asustada estratégicamente, avergonzada y utilizar a parte sus ciudadanos como chivos expiatorios para conseguir que el resto de ellos transijan. Esta creación deliberada de angustia se parece a las tácticas usadas por los regímenes totalitarios para eliminar las creencias y los comportamientos que el estado considera desviados.
Y el daño colateral asociado a estos métodos es considerable. Es probable que el incremento del miedo puede aumentado significativamente la sobremortalidad de enfermedades no asociadas por el Covid durante la Pandemia. Mientras tanto, la verguenza y la culpa sobre los desobedientes a eswas normas ha creado bolsas de marginados (los no vacunados, por ejemplo) que los demás se sienten con derecho a vilipendiar e insultar.
Segundo, los científicios del comportamiento han infringido diariamente uno de las piedras angulares de su código ético: la necesidad de que el receptor dé su consentimiento informado a un tratamiento médico o psicológico. El Profesor David Halpern (jefe ejecutivo del BIT y del comité de sabios) coescribió en 2010 el documento titulado «Espacio Mental» que explícitamente reconoce los dilemas éticos de estas intervenciones para «empujar» a que realice actos guiados, e inconscientes. El informe afirma que «los políticos que deseen usar estas técnicas necesitan la autorización de la gente para hacerlo». Sin embargo, en ningún momento se ha visto que que los expertos hayan pedido a la gente su permiso para realizar estas intervenciones psicológicas.
Los intentos por parte de los psicólogos y científicos del comportamiento de justificar estos «empujones» han sido hasta la fecha inadecuados y falsos. El colegio de psicólogos británico (los guardianes éticos de los profesionales de la psicología en Reino Unido), cuando se les ha cuestionado sobre la moralidad de estas estrategias psicológicas encubiertas, han mantenido que los profesionales que han participado en la elaboración de esos programas estaban exentos de responsabilidad porque actuaban con «responsabilidad social». De la misma manera, el colegio de psicólogos cree que la estrategia de comunicación durante el Covid del gobierno estuvo orientada a influenciar las acciones de algunos colectivos anónimos más que las acciones de tantos individuos como fuera posible.
Los tentáculos de la ciencia del comportamiento se extienden más allá del dominio de la salud pública. Por ejemplo, un reciente documento que esbozaba la colaboración entre la Sky TV y el Equipo de Perspectivas del Comportamiento, titulado «El poder de la Televisión: empujando a los espectadores a descarbonizarse», sugiere que las noticias, las teleseries y los programas documentales pueden pronto verse plagados de mensajes subliminales empujándonos a adoptar estilos de vida que ayuden a dejar de utilizar combustibles fósiles. Sin duda los «empujadores» argumentarán que sólo están haciendo posible que los británicos hagan lo que deben, ¿pero quién decide lo que está bien?
En las sociedades democráticas, los objetivos deseados y las consecuentes políticas para llevarlos a cabo se incluyen en los programas electorales de los partidos políticos por los que luego vota el electorado, más que ser marcado por el estado.
A la luz de estas crecientes preocupaciones sobre el despliegue de la ciencia del comportamiento por parte del gobierno, yo, conjuntmente con 54 otros profesionales de la salud, hemos escrito una carta abierta a la Administración Pública y el Comité de Asuntos Constitucionales para exigir formalmente una investigación independiente sobre el uso por parte del gobierno de estrategias psicológicas encubiertas. Negar a los individuos la capacidad de elegir racionalmente, bajo la influencia de la información subliminal, es contrario a la ética y a los valores de la democracia. Hace mucho tiempo que se necesita la transparencia con respecto a cómo los departamentos gubernamentales utilizan las técnicas de «empujón».