En el nombre de la ciencia: noticias locas del Covid

(Quizás te apetezca echar un vistazo a mis libros, y adquirir alguno para entender el funcionamiento profundo del Poder y cómo cambiarlo).

En el nombre de la Ciencia. Durante los años 2020, 2021 y 2022, en el nombre de la diosa Razón, el Planeta Tierra se sumió en una represión como jamás se ha visto en la Historia de la Humanidad, no porque la Humanidad no hubiera conocido antes periodos de oprobio sino porque, en esta ocasión, se intentó justificar la esclavitud a través de la razón, una razón que, como se verá a continuación, llegó a niveles delirantes, hasta el absurdo total. Todo, en el nombre de la Ciencia, en el nombre de la Razón.

El presidente colombiano Gustavo Petro afirmó que el coronavirus era consecuencia del cambio climático. Demostrado en laboratorio, por supuesto.

Dado que el objetivo final era que no nos reprodujéramos, extendieron la falacia de que Covid se podía contagiar a través del sexo, igualito que con el sida. ¡Ah, sí! ¡Es que el Covid y el sida tuvieron el mismo padre! ¡El maléfico doctor Fauci, que financió las investigaciones de coronavirus en Wuhan!

En Méjico y Perú, los hombres y las mujeres tenían días diferentes para salir a la calle. Obviamente, el objetivo era que no se juntaran.

El acojone era tal que, seguramente, muchos perdieron temporalmente sus ganas de reproducirse, y ello también era culpa del Covid: hacía que el pene se quedara más pequeño.

Dado que impedir el contacto humano era fundamental para los ingenieros sociales, un simple saludo entre dos seres humanos se convirtió en una tabla de códigos que cambiaban cada semana, con la nueva gilipollez que se les ocurría a los malvados.

En el verano del 2020 había que pedir cita previa para ir a la playa. Si lo estás leyendo n el futuro, no te lo creerás, pero fue así.

Una vez en la playa, había que guardar una distancia de seguridad.

La locura continuaba una vez dentro del «campo de concentración». Tenías que llevar la mascarilla en la playa y te la podías quitar si tomabas el sol. ¿Quién no se volvería loco ante estas absurdas medidas?

Nos contaron que con la vacunación se acabaría el Covid, pero, en la navidad del 2021, con el 90% de la población supuestamente vacunada (al menos en España), ¡se exigía que la familia se pusiera la mascarilla para la cena de Nochebuena!
Y si la persona no estaba vacunada, no podía acudir a la tradicional cena.

Los malvados medios de comunicación sembraron el odio dentro de las familias contra los que no consintieron ser inyectados con una sustancia venenosa.

Era prioritario impedir el contacto social, para que la población no se diera cuenta del engaño. ¿Cómo impedir reuniones familiares como los cumpleaños? Pues diciendo que cantando el «cumpleaños feliz» se puede uno contagiar.

Por lo visto, eso de que la gente cantara le asustaba a los conspiradores, por eso extendieron la paranoia de que cantar en lugares cerrados podía contagiar del letal bicho.

El contagio del catarro a través del estornudo forma parte de la sabiduría popular (por eso uno se pone la manita cuando lo hace), lo que no se sabía es que un estornudo fuera capaz de batir el récord del salto de longitud, llegando a los 8 metros. En la época de la Plandemia todo era superlativo.

La versión escatológica del Covid dio lugar a interesantes propuestas como ésta, de que los pedos podían contagiar del bicho. (No, no lograron prohibir las fabes, habichuelas o frijoles, pero poco les faltó).

En el verano del 2020, los ingenieros sociales empezaron a extender la paranoia de que el bicho se podía contagiar a través del aire acondicionado. En el invierno de ese año, la paranoia se convirtió en norma, su objetivo era instaurar la siguiente norma, que se explica en la siguiente noticia.

En pleno invierno, los colegios y bares tenían que tener las ventanas abiertas. Evidentemente, el objetivo era conseguir que la gente se resfriara, para así poder mantener la paranoia de que la pandemia seguía viva porque, si no, ¿cómo iban a justificar que la gente tenía que vacunarse?

La fijación que los ingenieros sociales tuvieron con los niños y jóvenes es algo que algún día les llevará ante la Justicia. Como no se enfermaban (y tenían que justificar que se les vacunara), ¡se les tildó de «supercontagiadores«!

La paranoia de que el Covid entraba por el aire, llevó a esta curiosa variante de contagio, a través del olor a cocido de la vivienda de tu vecino.

La ruleta rusa del Covid podía afectarte de todas las maneras posible: los calvos tenían más probabilidades de contagiarse. Los chinos se podían volver negros por culpa del Covid. Los bajitos tenían menos probabilidades de contagiarse de coronavirus.
Todo ello, avalado por la ciencia, claro.

Seguramente, lo más ominoso de esta época atroz para la Humanidad fue el colaboracionismo de una parte de los seres humanos con la represión ejercida por los carceleros: se les conoció como «Policías de balcón».

En medio de tanta falta de dignidad, las únicas personas con criterio y dignidad humana fueron tratados como perros, como éste que se saltó el confinamiento. Un día, habrá que hacerle un homenaje.

Aparte de insultar a los que nos negamos a ponernos ese signo de esclavitud, algunos locos llegaron a golpear a los seres con dignidad que no la llevaban.

Sólo un valiente como el presidente brasileño Bolsonaro se atrevió a saltarse las normas de la Organización Mundial de la Salud, gobernada por Bill Gates y Klaus Schawb. Sus sicarios brasileños se atrevieron a multar al presidente por no usar mascarilla al aire libre, o en la playa,