Opinión y Noticias Externas — 18 enero, 2010 at 11:30 am

Cómo hacer que un grupo funcione: consejos prácticos

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Desde pequeñito, he tenido fama de «tocapelotas», si le preguntáis a mis profesores, familiares y amigos están de acuerdo en que no he aceptado la Verdad general en ningún grupo en el que he estado y he sido una perfecta «mosca cojonera». Sin embargo, a muchos les sorprenderá conocer que, al mismo tiempo, he sido el «pegamento» que unía muchos de los grupos de amigos, equipos de fútbol y demás a los que he pertenecido e, incluso, he puesto en contacto a muchas personas que después se han hecho íntimas amigas. Mi aspecto irreductible no ha impedido ser respetado y que mucha gente me quisiera para participar en todo tipo de actividades (es decir, la gente te puede querer, aunque seas el «raro» o la nota discordante). Al conocer el calendario maya descubrí que mi poder oculto era el «Conector de mundos» y entendí correctamente esa cualidad mía. Por eso, porque he hecho que muchos grupos funcionen os puedo contar cuál es el secreto para que lo hagan.

La analogía con un equipo de fútbol nos puede servir. Cuanto mejor sean los jugadores, mejor será, en principio, el resultado. Si un jugador se hace «de menos» para no resaltar y no desplegar envidias entre los demás, no está ayudando al grupo.

Primer asunto: siendo lo mejor que eres, es cuando más ayudas. Así que no te empequeñezcas para evitar conflictos o envidias (pero tampoco te sobredimensiones). Sé el que eres. Si no te quieren, como eres, vete a otro sitio. No te esfuerces en gustar a nadie.
Otra cosa; si de verdad sabes sobre algo, no te esfuerces en intentar convencer a nadie de que de verdad lo sabes. Demuéstralo con los actos. Ahorra palabras. No hacen falta. Hablamos demasiado y hacemos demasiado poco. No hace falta demostrarle a nadie que eres bueno en algo. Se darán cuenta cuando lo hagas.

Evidentemente, a todos nos gusta marcar goles o dirigir el juego llevando más el balón aunque, como el tzolkin maya nos indica, cada ser humano corresponde a uno de los 260 arquetipos existentes y cada uno tiene unas cualidades. Ocasionalmente, nos puede ocurrir que nos encontremos en un grupo a otro «aguila galáctica» (en mi caso) lo que podría originar un conflicto por ver quién va a dar ese tipo de información. Sin embargo, no suele ocurrir, la Naturaleza no hace nada redundantemente y, aún en el caso de encontrar a otra persona con unas cualidades parecidas, nunca va a ser exactamente igual, por lo que sólo siendo uno mismo, aportaremos nuestra parte.

Todo esto viene a cuento porque los conflictos en los grupos se suelen generar, en primer lugar, por la competitividad, es decir, por ver quien «va a llevar la voz cantante». Una persona desea ocupar mucho espacio, controlarlo todo (el mal del controlador) y de esa manera no deja espacio a los demás, que se sienten, lógicamente, frustados: ¿cómo voy a desarrollar mi creatividad si tú decides todo por mí? Paradójicamente, la competencia se establece a través de la igualdad; como somos o queremos o nos han dicho que debemos ser iguales, competimos al pensar que ese espacio es sólo para uno. Si nos aceptáramos diferentes, no competiríamos porque cada uno tiene su espacio, el que nadie le puede robar, el de sus cualidades intrínsecas… ¡QUE SE COMPLEMENTAN CON LAS DE LOS DEMÁS! Ergo, no intentes ser como los demás. Sé tú mismo. Pero respeta las cualidades de los demás, su manera de hacer, no intentes controlarlo todo. El mejor ejemplo es en la cocina. Si esa persona se va a encargar de hacer la comida, ¿por qué le dices cómo cortar la zanahoria o la patata? Lo hace él y punto. A su estilo. Si te pide consejo, se lo das, pero ¡deja de intentar controlar cómo va a hacer la comida!
Punto muy importante. Si quieres que los demás te hagan caso y se pongan a «tu servicio», aprende a ponerte al servicio de los demás. Quien no sabe trabajar para los demás, nunca podrá ser un verdadero líder y viceversa: te sentirás verdaderamente cómodo trabajando para proyectos ajenos cuando aprendas a tomar tú mismo la iniciativa en los asuntos que de verdad conoces (y no te atreves a decirlo, por temor a que nadie te haga caso). Tenemos un verdadero problema para poner en marcha cualquier proyecto en común (en Internet, sí, pero en el mundo real…) porque desde pequeñitos nos han robado el Poder y no sabemos ni dirigir ni ser dirigidos (lo hacemos sin confiar, sin estar convencidos). El secreto está, obviamente, en volver a confiar. Es dificíl porque en los trabajos generalmente hemos tenido como jefe a una persona menos capacitada que uno mismo, por lo que hemos aprendido que el que manda es un impostor.

En el siglo XXI, hay que aprender a dejar de intentar controlarlo todo y, una vez que delegamos, permitir que cada persona desarrolle su labor, confiando que sabrá hacerla. El Poder está desplegado y no centralizado, aunque si alguien tiene una idea, es esa persona la que debe coordinar la labor, delegando responsabilidades. Una vez más, el calendario 13 lunas nos muestra que hay personas adecuadas para iniciar una labor, para activarla, para comunicarla, para integrar a los distintos participantes, para generar cooperación, para comandar, para manifestar el trabajo, para trascenderlo… Si, a partir de una idea, respetáramos la labor de cada uno, nos ahorraríamos muchísimos problemas.

Igual que en todo equipo de fútbol hay un jugador que reparte el juego, es importante que en todo equipo haya una persona (en realidad, todas deberían tener esa cualidad) que integre a los participantes para que pasen la pelota (en el momento adecuado, obviamente) y todos participen. Es lógico que cada persona se ocupe con más interés de su labor pero no debe olvidar que está dentro de un grupo y debe conocer lo que están pensando los demás para que su labor no quede fuera del grupo.

En este punto siempre me viene a la cabeza lo difícil que es mover un grupo de, por ejemplo, 20 personas, para ir a un restaurante o a un pub por la noche. Ya sabéis, la cena de Navidad y ese tipo de cosas: cada uno está en su grupito o pareja, con su pensamiento en la cabeza, pero es raro que haya una idea general de qué tipo de restaurante o garito es el que se prefiere. Al final, todo el mundo se queja (o se entra en uno, y luego se sale porque no gusta) pero nadie se expresa. En estos caso, lo que mejor suele funcionar es alguien que decide.

Lo que ocurre en estos casos es que los individuos (con unas copas encima) no se están conectando con la energía de grupo. Algo FUN-DA-MEN-TAL para cualquier asunto en el que haya más personas. Es importante cuando hablas en público (no estar sólo en lo que estás hablando o tienes preparado sino ver las caras de la gente: si les estás aburriendo, si te estás repitiendo…) y es importante cuando hacemos cualquier otra cosa. Si no nos conectamos con la mente grupal, el fracaso está prácticamente asegurado porque, aunque tengas la mejor intención, es muy probable que lo que hagas no tenga relación con el propósito general. O bien, que los demás no estén entendiendo lo que estás haciendo. (Lo cual es otro problema).

Ejercicio: En el próximo grupo en el que estés. Procura compatibilizar las siguientes dos atenciones.

1-Ser tú mismo al 100%, exponiendo tu punto de vista.

2-Conectáte con la energía de grupo para saber qué es lo que precisa el grupo de ti. Es decir, no lo que a ti te gustaría dar sino, de todas tus cualidades, cuál está precisando el grupo para tener más armonía.

Otro problema típico es pensar que si otra persona da lo mejor de sí misma, de ti nadie se va a acordar, es decir, que te van a eclipsar. De ahí viene el problema de la envidia y de los celos. Pero eso lo trataremos en otra ocasión…
PD: Si quieres conocer tu firma galáctica maya, pincha aquí.