Opinión y Noticias Externas — 12 mayo, 2011 at 11:11 am

De Chipre, viendo a Maulana Sheik Hazani, a la Ciudad Condal

by
IMAG0366
La "Barbie Rafapal" en versión musulmana
IMAG0390
El anciano Santo sufi, entre decenas de discípulos

Uff, ¿por dónde empiezo a relatar estas dos intensísimas semanas por el Mediterráneo?
Bueno, quizás tendría que empezar recordando que venía de pasar una semana en el Buda’s Factory donde se libra una batalla por derrotar al ego y, después, me hice la sesión con Antonio Calderón que me sacó traumas emocionales de ésta y otra vida… a saco.
Pues llegué a Lefke, Chipre y, en un abrir y cerrar de ojos, estaba viviendo como un buen musulmán (con gorrito incluido). Aparte de amar a Rumí con todo mi corazón, haber leído el Corán dos veces, y haber entrado y orado en varias mezquitas, tan sólo los dos últimos meses junto a los sufis nasbandis madrileños había profundizado en la religión musulmana. En definitiva, que no me sé prácticamente ningún rezo. El objetivo de mi viaje era entrevistarme con el santo Maulana Sheik Hazani que, al parecer, había dado el Ok para mi viaje y quería verme. Así pues, desde el primer día hice el intento por hablar con él y comunicarle mi visión sobre este fin de los tiempos y la necesidad de generar un día de acción global para desmantelar la usura. Sin embargo, era ya jueves y todos mis intentos eran infructuosos. Como casi siempre me ocurre, las puerta se me entrebrían pero me quedé dos noches a la puerta esperando sin que nadie me recibiera. Eso sí, no me enfadé, si él está conectado a Allah y yo también, El Altísimo sería quien generara esa reunión y si no, no había problema porque no estaba inspirado por El. El mágico lugar, la gente que conocí y las conversaciones que tenía eran suficientes como que la visita hubiera merecido la pena. El nivel de despertar de la comunidad musulmana en lo que al Poder oculto se refiere es tal que podía hablar casi con cualquiera de los temas que normalmente me interesan (aunque esos días andaba un poco más interior, gracias al trabajo en el Buda’s Factory). Aprendí mucho sobre la vida de Mahoma y disfruté de la hospitalidad de los sufís, y me hice unos cuantos amigos entre los ingleses y paquistaníes, sobre todo, entre los más jóvenes (me suele ocurrir esto, que conecto mejor con ellos y los niños). Pude sentir, también, lo incómodo que me siento con la radical separación de los espacios masculino y femenino en el islam, que era como lo opuesto a lo vivido en el Budas Factory y en nuestra sociedad en general. Los enormes problemas generados por los celos y la indeterminación en la que se viven las relaciones entre hombre y mujer, en la sociedad musulmana se «solucionan», todavía, con matrimonios aconsejados por los maestros y eludiendo el contacto físico entre ambos sexos. Los dos extremos: o abracismo desacerbado o no contacto ninguno. O cuernos y celos a mansalva o «ni se miran ni se tocan». Realmente, las relaciones entre ambos sexos siguen siendo la gran asignatura pendiente de nuestro mundo.

Como digo, la casa de Maulana era un lugar cargado de encanto, lleno de flores y en Chipre se respiraba una paz que hacía que los días pasaran rápido… Pero, ¿qué hay de mi misión? ¿Para qué me había llevado el Jaque Mate en inglés? ¿y todo el tema profético? ¿me iba a ir de allí sin conocer la visión musulmana de este final de los tiempos?

Pues era ya jueves (me iba el viernes) y me acosté dando por incumplida mi misión cuando me llaman a toda prisa diciendo que el santo Sufí de la línea del gran Rumí quiere verme. Antes de entrar a su habitación, le oigo decir a su secretario, un egipcio: «… Pero ni siquiera es musulmán! (¿cómo le recibe?)» De lo cual deduzco quién ha sido el que ha colocado las piedras en el camino.

Le beso la mano, como me indican, y me quedo esperando que acabe la anterior recepción, que termina con nuestras manos en el bastón de Maulana, con lo que recibes su «Baraka» (su bendición).

Acto seguido, me quedo delante del santo, que me mira con sus ojos vivarachos de niño-anciano y le cuento, como no hay mucho tiempo, sobre el periódico que saqué, sobre la unión de todas las profecías que relato en el penúltimo artículo, sobre el signo de los tiempos, y la imperiosa necesidad de que el mundo musulmán, Europa y Latinoamérica nos levantemos como faro del mundo y acabemos con el reinado de Lucifer en el Planeta y su dinero-deuda. Se le iluminaron los ojos. No me dejó ni explicarle que no era musulmán: le dio igual. Cuando le dije que la misión que tengo encomendada, desde España, es conectar esos tres mundos, me dio su aprobación y le pedí que hiciera lo posible desde el mundo musulmán para hacerlo posible. No me dio tiempo a preguntarle más sobre el Mahdi y si ya está aquí.

LLegó el egipcio y acabó con la reunión. Maulana me sugirió que nos viéramos al día siguiente, más tranquilos, pero ya no fue posible porque la celebración se alargó y ya nos teníamos que ir.

Llegué a Barcelona la noche del viernes y fui recibido en el espacio sufí (derga) de la Ciudad Condal, de donde me fui a la estación de Sants en cuya casa me iba a quedar. Comiendo, nos encontramos a dos conocidas que salían del Congreso de Ciencia y Espíritu con Ayhan Doyuk, el alquimista turco con todo tipo de remedios a partir del agua. La verdad es que, metido en la conversación, no le presté mucha atención pero quienes iban con ella estaban muy interesadas en que yo le conociera y por eso arreglaron una cena para esa noche en casa de mi amiga.

Lo que vino después, esos días, es digno de contarse… En Barcelona se están moviendo muchas cosas: no me canso de repetirlo.