Política actual — 30 enero, 2023 at 12:15 pm

Los militares patriotas habrían destruido un laboratorio de clones en Alaska: ¡tenían un clon del General Flynn!

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Estaba claro que la destrucción de un laboratorio de clones y la captura de un científico especializado iba a dar lugar a más acciones de los Sombreros Blancos, y aquí va la continuación de esta guerra.
Ayer, Real Raw News anuncia, con todo lujo de detalles, la destrucción de un laboratorio de clones en Fort Yukon, Alaska.
Sin aclarar del todo si el «chivatazo» provino del científico alemán detenido en diciembre (todo hace apuntar que sí), se nos cuenta que en un principio el Consejo de los Sombreros Blancos en un principio desestimó la posibilidad de que hubiera un laboratorio en un lugar que permanece helado ocho meses al año, sin conexión por carretera, sin luz eléctrica, sólo accesible por aire, con una pista de aterrizaje paupérrima, y donde tan sólo viven unos cientos de esquimales. Sin embargo, el General Smith les expuso una fotografía hecha por un dron en la que se veía una construcción rectangular de acero, oculta entre abetos, a cuyo alrededor se veía una máquina quitanieves y motos para la nieve, con señales de que la nieve se había removido recientemente. Así, llegaron a la conclusión de que helicópteros Ch-57 Chinook podrían haber llevado hasta allí el equipo necesario para montar el laboratorio.
Así, el General Smith encargó la misión al comandante del grupo 19 de Operaciones Especiales, entrenado especialmente en las batallas en zonas heladas, que a su vez envió un equipo de reconocimiento a la zona, disfrazados de periodistas de National Geographic, para recabar información sobre el lugar. La misión consistía en conseguir hacerse con el control del laboratorio sin que se dañara, para saber cómo conseguían la luz eléctrica.
El pasado 20 de enero, operadores de las Fuerzas Especiales aterrizaron en Fort Yukon en un avión Cessna, y contrataron los servicios de un guía esquimal, diciendo ser un equipo de National Geographic que quería fotografiar la aurora boreal. El guía les recomendó dormir en el avión, para no congelarse de frío. Los soldados de paisano le preguntaron al guía si había visto otros extranjeros en el lugar, en sus 57 años de vida.
El guía, según relata la crónica de Real Raw News, debía tener un «ojo clínico» para detectar soldados, porque rápidamente les pilló, diciéndoles que «estáis a punto de verlos, espero que no seáis de ellos», mientras apuntaba con el dedo al norte.
El jefe de los soldados le respondió que no sabía a quién se refería con lo de «ellos», pero siguió presionándole para que le diera información.
El guía le contestó que le presentaría al más anciano de los esquimales, que decidiría si se merecían que les diera la información que estaban buscando. «Él os mirará y sabrá. La costumbre es que le déis un regalo. La información en sí misma es un regalo. Dado que no tenéis carne de ballena, estoy seguro que unos cientos de dólares bastarán. Me imagino que no viajaréis sin billetes».
Seguidamente, le presentó al hombre más viejo de Fort Yukon, un hombre de 89 años llamado Tom Ericwas, que vivía en una casa diminuta de troncos, calentada por una estufa de leña. El guía comenzó a traducir, pero Ericwas le animó a hablar en inglés: «vosotros no habláis nuestra lengua pero nosotros sí la vuestra», lamentando que cada vez menos de los esquimales hablen su lengua nativa.
Ericwas les contó que en el verano del 2013, que fue especialmente caliente, apareció en los cielos de Fort Yukon un enjambre de helicópteros, portando cables desde sus fuselajes, desde los que descolgaron hormigón y paredes de acero, enormes cajas de madera y vigas. Estuvieron trabajando día y noche, tan sólo parando cuando llovía mucho, y sus hombres limpiaron un área boscosa en la que había árboles que tenían cientos de años. Los vuelos de los helicópteros se detuvieron cuando llegaron las nieves, pero los choppers volvieron en la primavera siguiente. Los esquimales no se acercaron a esa zona porque lo consideraban maldita, pero sí recuerda el sonido de los helicópteros, como si la tierra se estuviera partiendo en dos. Después de dos primaveras y veranos, los vuelos se volvieron menos frecuentes, aunque ciertas noches el cielo se volvía azul, y no por efecto de las auroras boreales.
Seguidamente, el anciano les contó a las Fuerzas Especiales una historia que muchos no creerían. En la primavera del 2017, justo después del deshielo, un hombre idéntico a Bill Clinton, que decía ser el ex Presidente William Jefferson Clinton salió de un vehículo todoterreno. Insistía en que era Bill Clinton, pero no sabía donde estaba. Decía que había escapado de una prisión, y tenía que contarle a su mujer Hillary y a Al Gore que estaba vivo.
Los esquimales (Gwich) pensaban que un espíritu maligno se había apoderado de Fort Yukon. En el año 2017, Clinton tenía 71 años, la cara pintada y recia como de cuero, pero el Clinton que deambulaba en Fort Yukon, tenía la cara significativamente más joven, como se veía en su presidencia durante los años 90.
El Clinton de Fort Yukon exigió que fletaran un avión a Washington DC, pero le contestaron que el siguiente vuelo, que le podría llevar a un aeropuerto desde donde le podrían trasladar allí no llegaría hasta dentro de dos días. Así que Clinton se marchó en su todoterreno hacia los territorios del noreste. El anciano esquimal opinó que no pudo sobrevivir a esa travesía.
Las Fuerzas Especiales regresaron a Camp Pendleton para referir lo averiguado al General Smith, que consideró que las revelaciones no podían ser desestimadas: si un clon de Clinton había escapado de un laboratorio de clones en 2017, eso quiere decir que esa tecnología existe desde hace tiempo.
El pasado jueves 26 de enero, dos destacamentos de Fuerzas Especiales compuestos de 12 hombres cada uno, aterrizó en la base de la Fuerza Aérea de Eielson en Fairbanks, Alaska, desde donde fueron transportados en helicópteros Blackhawks unos pocos kilómetros más allá, a las inmediaciones del supuesto laboratorio de clones.
Cargados con pesadas mochilas y vestidos con ropa adaptada a las bajas temperaturas, caminaron la distancia hasta tener el edificio rectangular a distancia suficiente como para ver la media docena de guardias que protegían las instalaciones. Dado que vestían de negro en medio del paisaje nevado, los centinelas componían unas dianas fáciles de disparar, y eso es lo que hicieron las Fuerzas Especiales, con fuego masivo, que hizo explotar sus cabezas. Una vez eliminados los guardias, cortaron las alambradas y detonaron la entrada con explosivos, tirando granadas de gases lacrimógenos en su interior para aturdir a los científicos que allí hubiera. Mataron a media docena de personal de bata blanca (científicos o técnicos) y a otros cinco soldaods, aunque algunas de las ráfagas destruyeron los cilindros donde se encontraban los clones, idénticos a los que hallaron en el laboratorio de Misuri.
Aunque los cilindros no contenían clones de Clinton, sí contenían clones de otros políticos del Deep State que sólo recientemente han conseguido poder: Alexandria Ocasio Cortez, Ilhan Omar y Cori Bush.
También había cámaras de maduración que contenían clones de Nancy Pelosi y Gavin Newsom.
Los republicanos tampoco eran excluidos de este proceso: en una sección del edificio había clones del ex fiscal general Bill Barr, ¡el General Michael Flynn!, el juez del Tribunal Supremo John Roberts y el político republicano Mitch McConnell.
La fuente que informa a Real Raw News le contó: «tenemos control sobre eso y estamos examinando la tecnología. Ni que decir tiene que probablemente hay más de estos lugares en el país y también en el extranjero. No mentiré: tenemos mucho trabajo por delante. El Deep State lleva trabajando en esta tecnología desde hace mucho tiempo».