Tiene ya algunos años, pero es uno de esos documentales para los que la palabra «histórico» no es hiperbólica.
Dirigido por un cineasta israelí, describe cómo el mayor lobby judío del mundo (la ADL) controla no sólo a la política norteamericana sino las mentes de los judíos de todo el mundo, para hacerles creer que el resto de los seres humanos les odian.
Tiene momentos entre hilarantes y tragicómicos, como el viaje de los estudiantes israelíes a los campos de concentración polacos o las declaraciones del líder de los judíos que denuncian a la ADL, el historiador judío Norman Finkelstein.
Entre los muchísimos momentos importantes, me quedo con éste: el líder de la ADL, Abe Foxman, realiza un oxímoron de categorías cósmicas cuando intenta justificar la descomunal influencia que su organización tiene sobre los medios de comunicación y el propio gobierno norteamericano diciendo que en realidad no tienen tanto poder como los no judíos piensan que tienen, pero al mismo tiempo reconoce que sí tienen una cierta influencia sobre el gobierno USA, a pesar de que no tienen tanto dinero como la gente cree. Patético.
